Ruta del Sur
Justo después del terremoto llegaron la peste y los buitres, la sed. No recuerdo si por este orden. Enterramos los muertos y dimos fuego a los zarzales. Después llegó el saqueo y el hambre, buscar cobijo, guarecernos de la lluvia inclemente. Sobrevivir era la primera necesidad.
Pasaron muchos días hasta que el silencio se quebró por aviones que venían del sur. Nos apiñamos en la pista del valle para recibir alimentos y allí nos ametrallaron, sin piedad, con método. Corrimos aterradas, sin entender, sin esperanza, como animales buscando un agujero.
Cuando se fueron el paisaje de cadáveres era el horror, el miedo absoluto. Gritaban los heridos. Lloramos sin entender, sin saber dónde ir. Llegó la noche. En otro tiempo viví en Londres, en Roma, en Barcelona ¿qué hacía en ese país inhóspito?, ¿cómo había llegado allí? De mañana buscaría la ruta del sur. Me dormí exhausta, en la amargura, en la total desesperanza.
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