Corte
Se encendían de inocencia los olivares y la sangre se me agolpaba en las sienes con la luz primera que iluminaba tu cara, lo único que veía en la mañana de ríos penitentes que se conformaban con secarse en el verano. El amor había cambiado mi vida.
Nunca me conformaba en tu ausencia, cuando dejabas el camino por mucho que me asomase a la ventana ya tus pasos resonaban más allá del cruce, donde no me llegaba la vista, cerca del cementerio.
Cantaban las alondras pero no entendías el delicado tono del nosotras, te ibas y solo había un yo sin ti, emocionada y triste, ansiosa hasta las siete del miércoles, quizás el jueves, no vivir, la espera bajo los rododendros, la línea de la tarde que no se detenía en el umbral, que llenaba de sombras mi rendición sin condiciones ni firmas al margen.
Era hermosa la entrega y el cansancio de no saber, o sí, el pulso en los brazos, el silencio, los libros que no podía leer, las hojas en blanco esperando la belleza, la voz, si no estabas no había magia ni triunfo, no podía escribir, apenas respirar, una hora y otra, hasta el miércoles.
Por las noches miraba el cielo, triste recurso para no envolver una historia sin prólogo, el techo negro con estrellas muertas, la ruta de pájaros extraviados, un ladrido, ecos de animales invisibles en un desierto pasado de moda, soledad de un poema que no lo era.
Fue cuando llegó el telegrama del No. Ibas a París, una rutina, para contar a quién sabe lo de la piel y el orgasmo, el júbilo contenido y la sublevación de tu carne, la constante huida por escaleras que nos llevaban ora a la tristeza, ora a la alegría. En la alameda, un violinista coreano hacía sufrir a Mozart, apenas tenía dos euros en el pañuelo extendido. Así estaba yo, una escritora transeúnte esperando tu limosna.
Era miércoles y no viniste. Me rebelé. La diferencia era una cuestión de metros, la distancia entre lo que quería y lo que podía, siempre estabas dos pasos más allá. Fue una sublevación sin mucha sangre, me miré al espejo, tizné mi frente con ceniza y suspiré, me corté en la muñeca, un tajo, me rajé las venas del alma en sentido figurado. A partir de ahí el resto fue muy, muy difícil, no exagero, pero eso lo contaré otro día.
2 comments :
Es mejor la vida desde que te leo Pedrovich querido. Esto me ha matado desde la primera palabra hasta la última. Te leí, te leo, te leeré. Forever. ¡Abrazos y besitos con música desde el lejano y a la vez cercano Houston!
Mi corazón es tuyo.
Mi escritura y mi yo...
solo me pertenecen a mí...
De La zarza a Parker.
♥ en rojo.
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