No sé si recuerdo lo que fue
Bella,
deja sobre la mesa los cuchillos de tu atracción, deja las armas y ven desnuda,
nueva, llena de pudor y melocotones acariciando tu garganta, de piel de seda
bajando por la tráquea, de campanillas en los oídos, brazos buscándote detrás
de esa sábana, o cortina, o telón que se levanta y se cierra y no sabemos si la
función ha terminado, está a punto de empezar o esos que aplauden son fantasmas
de un tiempo viejo que no queremos recordar y ven, toma este espejo, la vida
está detrás, o dentro, salta, perdámonos en el bosque de no saber, o saber, en
la espesura curiosa de ese nosotros que se dibuja con trazos de lapicero sabio,
de gruesos brochazos de Pollock, de embrujo Kandinsky, y “ se interna en el bosque como una sonámbula / Penetra en el cuerpo dormido
del agua. / Por un instante están los nombres habitados “ que dice Octavio, Paz, y las palabras nos
sobran pero las lágrimas, me duelen las lágrimas, no puedo, no sé contener las
lágrimas ajenas, me pesan, me ahogan, no quiero provocarlas y este juego no
tiene normas, nadie sabe por dónde debe golpearse la pelota, si el área está
prohibida, si ganan los que pierden o si el marcador se volvió cuerdo y ese 20
a 0 sol refleja la vuelta del equipo de siempre en un coche desvencijado por
carreteras que jamás recorreré y también hoy este loco te canta, te musita,
alguien aquí, viernes, feliz fin de semana.
1 comments :
"...no sé contener las lágrimas ajenas...". Pero a quien llora hay que dejarle llorar y acompañarle. No contener sus lágrimas. Las lágrimas no lloradas duelen más que las otras.
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