El traductor de Cortázar,
Pues sí, este era un traductor de Cortázar, aún sin dignidad
académica, como una App de iPad fijaba su vista en un texto y de inmediato
quedaba traducido en su mente. No terminaba ahí el proceso, el siguiente paso
era la elaboración automática de floridos escritos que decían lo contrario de
lo que decían, es decir nada, es decir eso, es decir la luz que se extendía de
dentro a fuera por bóvedas cerebrales y ventrículos, por barandales y columnas
sin aristas, árboles fluorescentes, palabras sin substancia. Claro, así le iba.
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