En el Baobab.
Con la crisis los jubilados
estamos sin obras que dirigir. Todo se pone en contra. Me quedo en casa. Un
problema. Mi hijo me increpa, estás amuermado, demasiada tele, tienes que
cambiar, sal. Salgo. A bares. Sobre todo por lo de la próstata, por tener cerca
dónde. Hoy, una tetería, el Baobab, un sitio de hípsters, de modernos, lo de Alu, pintores, fotógrafos, gente del cine, bah, putos aprendices.
También entra gente de edad, dos, un
suicida arrepentido y un pescador cojo.
Muy cargantes. El que no se suicida cada mañana me gana por la mano lo
del periódico y la esquina de la barra. El cojo me cuenta su vida desde 1950.
Me tienen harto. Con la edad se acentúan las rarezas, te vuelves tiquismiquis.
Sentado en una esquina escribo en una libreta mientras veo entrar y salir a los
clientes. Todos jóvenes. Ninguno me mira. Ninguno me habla. Soy invisible. Un
viejo en el lugar equivocado. Tomo una cerveza tras otra cuando
escribo. Mi hija me dice que solo tengo un tema, eres un blando. Veo a la gente,
entran, salen. Ríen. Nadie me dice buenos días. Bebo cerveza. Escribo. Meo. Así,
cada día.
Soy artista. Pintora. El jueves
expongo aquí. Cuadros de gran formato. Texturas grises. Venderé todo. Tengo que
dejar esto de los Soprano. Me tiene abducida la serie. Voy cuando el tío ese,
el boss despide a su amante por irse de la mui, cuando cuenta su habilidad con
la lengua. Qué cabrón, todos los viejos son iguales. Ah, ¿qué quiere este?
–Disculpa, he oído que
inauguras una expo el jueves. Vendré. ¿Habrá algo de comer? – pregunta el señor
que escribe en la esquina.
–Sí, me puedes comer la chirla
–responde la pintora.
El viejo estampa una botella de
cerveza en la cabeza de la pintora que cae al suelo sangrando abundantemente. Además
le da un puñetazo en las costillas. Maleducada de mierda.
Todos los clientes gritan. Momento
caos. Nadie sabe qué ha ocurrido.
El que escribe sale del bar,
camina lo más rápido que puede por el paseo al lado de la Ría. Se aleja. Jadea.
Ríe.
¡Ha sido el viejo, ha sido el
viejo! –grita alguien.
Dos fornidos barbudo golpean al
que no se suicida. Puñetazos, patadas, insultos.
No es ese– dice uno – es el
otro.
Cuando el pescador cojo
advierte que se refieren a él intenta irse pero los golpes le llegan de todos
los lados, cae al suelo gimiendo.
La pintora sigue sangrando,
aturdida.
Los dos viejos también sangran,
no entienden nada, están vapuleados, maltrechos, doloridos, vejados.
El otro, ha sido el otro– dice
un rubio bajito pero ya nadie hace caso. Alguien ha llamado a una ambulancia.
Se escuchan sirenas.
Así, este día, hoy. Mi hijo
dice que siempre hago lo mismo, que si sigo así me lleva a una residencia, que
allí estaré bien atendido. Mi hija me dice que no tengo imaginación, que escriba,
que dibuje, que salga. Me miro al espejo. Mañana cambiaré de bar.
3 comments :
Que bueno ha estado! De verdad, tremendo. Gracias por su lectura Pedro
Hoy te hago la ola, tres reverencias, 20 genuflexiones a lo paulova, 1500 bravos (ni uno más que te sube el ego y luego no hay quien te sople) y te dejo unos tapones para que no te ensordezcan mis risas. ¡Genial! ¡Tienes magia, corazón y lo sabes! (guiño). Qué bien me sentó leerte. Gracias miles.
Besets!
PS: Voy a imprimir y guardar este relato por si alguna vez amanezco con un día marrón leérmelo, entrar en el BaobabGlup y fijo que en un chasquido de dedos me pongo la mundichirla por montera.
Magnífico.
Un abrazo, desde el Baobab.
Publicar un comentario