martes, 1 de diciembre de 2015

Hoja 143 del diario de la paciencia.



Los riñones, me dolían los riñones.
Esto, que puede parecer normal, para mí no lo era, ya que nunca me dolía nada.

Creo que fue un aviso, una premonición, aquella noche tenía que haberme quedado en la cama. En la mía. Pero no, impulsado por lo de siempre salí a las calles para ver cómo el mundo se rompía sin remedio.

Y sí, el mundo se caía, a trozos. Llovían cornisas de los rascacielos, de las casas de huéspedes no deseados. Caminando bajo los alfeizares sorteé a hombres con cabeza de perro o de hiena. Ladraban, sí, pero era de puro miedo, de ansiedad por tener que dormir solos bajo los puentes. Algunos orinaban por las esquinas, muchos rebuscaban en los contenedores de basura, unos mordían las farolas.

En la Gran Avenida encontré a una María del Carmen Victoria con apariencia de gallina. Dentro de un inmenso abrigo de visón sobresalía su cabeza bajo una aparatosa permanente azul. Se generalizaba la tendencia de ocultar las evidencias, asesinar la belleza, disfrazar el efímero paso de la juventud. En otro siglo esta mujer fue bella.

Después los hombres perros/hienas se convirtieron en lobos rabiosos y las gallinas eran el último mohicano. Las calles se llenaron de ríos que arrastraban la basura del día. Un demonio de cuernos afilados controlaba el tráfico en el bulevar. Dada mi situación de paro indefinido me dirigí a él para solicitarle un empleo de cuarta Furia. Me miró de arriba abajo y aquí me llega la noticia de que yo ya soy el que era. Cuento suspendido, fragmento de la imaginación, relato truncado, frío blanco, no hay perdida, ha sido un alivio, no sabía cómo continuar, tiempo exhausto, necesidad de sol, contraste, pasar miedo en las alturas de aviones bamboleantes, frío blanco entre el frío blanco de las nubes, creer en la diversidad, tumbarme, ver pasar la luz por la ventana, bañarme en mares templados, meter los dedos en otros platos calientes, alejarme de lo rutinario, las mismas caras, voces, luces y sombras, dar descanso a los peregrinos de esta página, pobres, los que leen estas incoherencias, la herencia de recuerdos disfrazados de pastores tocando la flauta en un cerro. Excepto escucharla nunca se me ha dado bien la música, desafino. Por eso soy el pastor, el aprisco, el perro que lo guarda, las ovejas, Don Quijote embistiéndolas con su lanza, el que pinta dragones en sus libros de caballería y el lector que se sienta a tu lado. Además estaba obsesionado con Megera. Su sombra me persigue, la he visto a menudo cuando volvía del puerto, he escuchado su risa, he visto el brillo de su espada vengadora. También Alecto me persigue a veces. Y confundo la Tisífone que castiga con la que fue vendida como esclava. Por eso voy a las playa del norte, también, para buscar nuevas historias que contar aquí, las de ahora son peligrosas. Ya sentenciaba la abuela de J. “de lo que habla el corazón escribe la pluma”. Y a falta de pluma y pelo me atuso los bigotes y camino por los aires sin pensar en el regreso. Siempre se vuelve.

En ocasiones me planteo qué hago en esta página, porqué dejo tanto trabajo, tanto esfuerzo. Luego leo un comentario, cualquiera, al azar, y tarareo con los Beach Boys aquello de I'm pickin' up good vibrations, she's givin' me the excitations. Algo pasa, saco pecho como un armador griego despechado me recojo y sigo, sin levantar la cabeza, con una humildad que jamás he tenido, pasando incluso por un espejo roto. Creo que son los riñones, que me duelen. Esto, que puede parecer normal, para mí no lo es, ya que nunca me duele nada. Creo que es una constatación, para quedarme en mi cama, solo, como siempre -la soledad como concepto-, ignorando qué ocurre más allá de mi aquí. Y aquí se cae el mundo.

Por eso salgo a las calles sorteando los pedazos de alma que se estrellan  alrededor como cebollas podridas, como grandes frutos tropicales, rojos, maduros, malolientes, desprendiéndose del árbol del bien y del mal. Esquivo a los hombres hipopótamo y a las mujeres pantera, sin permanente. Me evito a mí mismo y a mi jaula. La soledad es una opción de porcentaje variable, incómodo, escribir es el recurso de mi impotencia –la impotencia como concepto- y todas las mujeres que se llaman Isabel son rubias, dulces y sonríen en un ventanal desde el que se ve a partes iguales el mar y las tormentas, la tristeza del otoño y el sol de agosto, peces voladores y un perro negro que ladra a los visitantes nocturnos.


Voy en su busca.


En la mitología griega, Alecto (en griego antiguo Ἀληκτώ, ‘implacable’) es una de las Erinias (o Furias de la mitología romana), hermana de Tisífone (la vengadora del asesinato) y de Megera (la celosa).
Según Hesíodo, era hija de Gea (la Tierra) fertilizada por la sangre derramada por Urano (el Cielo) cuando fue castrado por Crono.
Alecto es la Erinia encargada de castigar los delitos morales (tales como la cólera, la ira, la soberbia, etcétera), sobre todo si son delitos contra los mismos hombres. Su función es muy parecida a la de Némesis, con la diferencia que esta última castiga los delitos morales contra los dioses.

Megera (idioma griego: Μεγαιρα, significado: «La de los celos» o «La celosa»). Según la mitología griega es una de las tres Erinias, diosas infernales del castigo y la venganza divina. Se considera que Megera es la más terrible de las tres Erinias, pues es ella es la encargada de castigar todos aquellos delitos que se cometen contra la institución del matrimonio, especialmente los de la Infidelidad.

Tisífone era la Erinia encargada de castigar los delitos cometidos por asesinato: parricidio, fratricidio y homicidio.
Un mito cuenta que Tisífone se enamoró de Citerón, y terminó provocando su muerte por mordedura de serpiente, concretamente de una de su cabeza.



2 comments :

Encarna C dijo...

Has trabajado muchísimo. Es un escrito muy enriquecido. * Tú imaginación no tiene límites. Gran virtud. Gracias por tus letras Pedro. Es un honor leerte! ( esto por lo que dices...de lectores)

Maribel dijo...

Y te leo y mi mente divaga (más de lo que ya lo hace habitualmente, aviso). Lovecraft y sus paseos nocturnos. Faunus (rey) cuidando sus ovejas. La naturaleza humana. Tradición y leyenda en forma de mitos, los que son imposibles de verificar y cuya misión era organizar un sistema de valores. Las limitaciones del lenguaje corriente que echa mano de imágenes y símbolos que otorgan fuerza expresiva: la fantasía y la sensibilidad. El castigo si se transgredía la buena conducta, el odio, y la venganza que perseguía al infractor que no exculpase sus delitos aunque esto comportase la locura, el sufrimiento. Furias como estigmas que nos acechan entre sombras. La vida como una selva, como una jungla, con su fauna propia. El espacio privado que se necesita, que uno busca con afán para desmelenar a su verdadero yo libre de juicios y prejuicios. Los anhelos se visten con siete velos, los deseos despliegan sus alas. Vuelo sin techo, sin red. Aterrizaje incierto y sin embargo plácido sin importar si es en el mar o en la tierra.

Y tu magnífica capacidad de observar, de engullir cuanto acontece a tu alrededor y la maestría en buscar las palabras que lo describan como tú lo sientes, como tú lo inventas.
Y una (léase yo misma mismamente) llega aquí, se acomoda (barra espachurra). La indiferencia no pasa el umbral de la puerta, sabe que no tiene cabida. Y me dejo llevar por las emociones, recreo las imágenes en mi mente, hasta crear, a partir de tu historia, una aventura propia. ¡Gracias!

Besets!

PD: Y encima una se va hasta saciada de pasiones papilo/gustativas. Ricas (estaban) las almendras (Mmmm). Sincontupermiso pillo unos arándanos (guiño). Quefff rifcoffff queftanfff (perdón por hablar con los dedos llenos; es ansia).
PD2: ¿Los pobres lectores? Ni hablar, ricos en lo más importante: en good sensations (guiño bis)..

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