Como un hambriento Lázaro.
Como
un hambriento Lázaro, acuclillado bajo la mesa, espero las migajas de su voz,
las palabras que calmen esta ansiedad mía, espero los mendrugos de una mirada
que no me mira, toco la orla del mantel para así tocarla, veo sus piernas
moviéndose en la oscuridad de no verla, me muero del deseo de acariciárselas.
Me
estoy quedando sordo, apenas escucho ecos de cuando estaba, fragmentos de risas
que me acuchillan la espalda, retazos de conversaciones que no entiendo.
Y
no sé si esa parquedad es producto de un sillón mal colocado, de la mujer que
en él se sienta, de un lánguido transcurrir de los minutos, de una lucha de
arcángeles en el pecho, de un demonio tentándote o si el frío de hoy me dicta
estas frases inconexas.
“Los puentes inflamables
del medio del camino de la vida...”
(Aurora Luque)
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