Dos letras.
Esta vez la palabra vino como un caramelo derretido, envuelta en un papel arrugado, pegoteado, que se adhería a los dedos, manchándolos, dejando una desagradable sensación de pringue.
La palabra doblada, fea, hiriente, lastimando la mirada, en mitad de la página, destacando con un color chillón.
Solo había dos letras: NO.
(y su nombre en el reverso del sobre)
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