Diferencias.
Veamos,
el comienzo es importante...en general, las mujeres y los hombres somos
bastante diferentes…
Vaya
forma de comenzar, qué obviedad.
Sin
embargo en algunas cosas nos parecemos mucho. Las relaciones, las amistades,
los amores de la adolescencia, de nuestra primera juventud, de esa edad
incierta y mágica, se nos quedan grabados para siempre, forman parte de nuestra
mejor época, cuando aún la vida estaba por delante y descubríamos sentimientos,
emociones, sensaciones, todo era nuevo y excitante…
Bueno,
vas bien.
Después
llega la vida con su carga de elecciones, obligaciones, errores, aciertos,
dramas, alegrías, familia, trabajo, problemas, disfrutes, deterioro de salud de
nuestros mayores, soledad, ilusiones, desilusiones, fracasos, logros, amores,
desamores, muerte de nuestros seres queridos, frustraciones, sueños rotos, todo
eso que conforma la existencia…
Te
has dejado bastantes cosas, sigue.
Los
recuerdos de la época juvenil nos ayudan a veces a engañarnos pensando que lo
de antes fue mejor, más bello, más puro, diferente a la rutina, a ese espacio
gris en que puede haberse convertido nuestro hoy. A cada uno por una causa,
diferente, más grave, menos, la nuestra, lo que nos ha ocurrido. Evocamos
aquellos a los que conocimos, amores que terminaban casi sin empezar,
relaciones efímeras, un gusto dulce en el paladar, caricias furtivas, escarceos
buscando al otro, buscándonos, descubriéndonos, apenas sabíamos porque nos
atraía esta persona y no esa otra…
Oye,
deja ya de divagar y vete al grano.
Bien,
te conocí un jueves en aquel garito del extrarradio, no sé qué demonios pintaba
una chica como tú en un lugar tan inhóspito, tan poco atractivo. Llevabas una
camisa grande, blanca, como de tu padre. De inmediato me fijé en ti, cómo no
hacerlo, eras una chica muy atractiva, alta, rubia, dulce, quizás algo cándida…
No
te pases.
En
aquel local era el encargado de la música, el que ponía los discos, entre
música y música me abrazaba con tantas chicas como podía, un tonto. Creo que
bailamos, sí, eras excitante, una mujer con un físico como a mí me gustaba.
Fíjate que te hablo con total franqueza, sin tapujos. También tenías un punto
aniñado que te daba más morbo, aunque creo que entonces no se utilizaba ese
término, ni lo conocíamos. Volviste el sábado y bailamos de nuevo, no recuerdo
con quién “salía” yo entonces pero seguro que alternaba con algunas chicas, lo
que te digo, un tonto. Después te veía cada mañana cuando bajabas a clase. Te
saludaba con la mano desde la ventana del taller. Mis compañeros, bastante
mayores que yo, me decían, “eh, tu amiga” y me daba mucha rabia aquella
cuadrilla de gilipollas. Te imaginaba con las mejillas rojas, azorada, cruzando
los brazos y la carpeta sobre tu pecho - precioso, por cierto- lo que seguro
que te daba cierto corte. Ya ves, en cambio a mi me atraía, mi prototipo, ya te
he dicho, era un inmaduro…
Por
lo que dices parece que no has cambiado mucho.
No
seas tan directa. Desde esos primeros momentos tuvimos una relación fluida.
Recuerdo que íbamos a la playa en tren, con tu tocadiscos, que estuvimos en tu
casa una noche que llovía muchísimo y tenías un single, seguramente de tu
padre, con una canción de Coldplay que escuchábamos una y otra vez en el
Casino. Eso es, bailábamos en ese Casino, incluso bajo la lluvia, bailábamos
mucho tú y yo. Luego volvíamos hasta tu barrio, acompañándoos a ti y a tus
amigas (lo que para nosotros era dar un gran rodeo pero que a mis colegas y a
mí nos encantaba). Mi memoria no alcanza para recordar nuestros muchos
encuentros y desencuentros, si bailábamos en las matinales de los domingos en
aquel club de la Gran Vía, si ya conocía a Elisa, como fue tu relación con
Jorge, a cuantas fiestas y a qué clubs fuimos juntos, muchas cosas. Si recuerdo
que en esa primera época, vamos a llamarla así, nuestra relación fue inocente
en lo sentimental y en lo físico, no pasamos de unos dulces besos y de bailar
más o menos juntos, por cierto, me gustaba tu calor y como te abrazabas.
Entonces me parecías una chica formal, demasiado, una chica legal…
Y
sigo siéndolo, qué te has pensado.
En
la segunda parte la cosa cambió. No llevo control de cuantos novios tuviste,
siempre pensé que buscabas un chico de buena posición económica, guapo, alto,
un figura. Creo que ese pensamiento me hacía ser duro contigo, no me veía en el
prototipo, un currela, en la fábrica. Tampoco llevo el control de cuantas
novias, más o menos formales (ellas), tuve por aquellos tiempos. Sí recuerdo
que en varios momentos tuvimos nuestra oportunidad.
Una.
Después de encontrarnos en diferentes sitios, pubs, casa de amigos comunes,
etc, nos citamos una tarde, a las cinco, en un parque cercano a la playa. No sé
cómo escogimos un sitio tan lejano, tan a desmano. El caso es que después de
comer me fui a casa de Javier, empezamos a jugar al póker y el destino hizo que
fuera perdiendo, o ganando, no sé, y se fue pasando la tarde. El caso es que
llegué a las 6 y tú ya te habías ido, lógico. El destino.
Dos.
Entre dos novias, en esos periodos en los que me quedaba solo y triste nos
encontramos un día, no sé dónde. Tenía un coche que me dio mucha guerra, que
tuvo muchas averías, e iba a buscarte a tu casa. Estuvimos muchas veces solos,
hablando, incluso creo que jugando al ajedrez. ¿Todavía juegas al ajedrez?
Luego nos íbamos a La taberna del Inglés y te hablaba y hablaba de la vida, del
amor, de sexo, de no sé cuantas tonterías. Creo que nos apreciábamos
mutuamente, mucho. Tampoco nuestra relación pasó nunca del beso, de la ternura,
del calor del abrazo, de lo políticamente correcto…
Claro,
menudo eras.
No
pretendo remontarme a la prehistoria, pero necesitaba hacer memoria. De
aquellos tiempos nos quedaron, seguro que a los dos, muchos recuerdos hermosos,
mucho amor, mucha ternura, muchos instantes que forman parte de nosotros,
incluso del nuestro yo actual, somos así también por aquello, por parte de
aquello. Hicimos juntos muchas cosas bellas, sentimos mucho y bien, hemos
borrado lo que pudo haber feo y nos hemos quedado con lo bonito, hemos
sublimado ese tiempo. Bien, somos muy afortunados. También hubo muchas cosas
que no hicimos…
No
sé a qué te refieres.
Bien,
luego la vida siguió, nos casamos, nos ocurrieron cosas, que si tal, que si
cual, veinte años, casi nada. Tú tienes una hija, yo no los he tenido. Tú te
separaste, yo no duré casado ni tres años, he estado dando tumbos…
Déjalo,
estás siendo muy pesado, te espero arriba, en mi habitación.
Vale,
ahora subo.
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