jueves, 31 de diciembre de 2015

Diferencias.




Veamos, el comienzo es importante...en general, las mujeres y los hombres somos bastante diferentes…

Vaya forma de comenzar, qué obviedad.

Sin embargo en algunas cosas nos parecemos mucho. Las relaciones, las amistades, los amores de la adolescencia, de nuestra primera juventud, de esa edad incierta y mágica, se nos quedan grabados para siempre, forman parte de nuestra mejor época, cuando aún la vida estaba por delante y descubríamos sentimientos, emociones, sensaciones, todo era nuevo y excitante…

Bueno, vas bien.

Después llega la vida con su carga de elecciones, obligaciones, errores, aciertos, dramas, alegrías, familia, trabajo, problemas, disfrutes, deterioro de salud de nuestros mayores, soledad, ilusiones, desilusiones, fracasos, logros, amores, desamores, muerte de nuestros seres queridos, frustraciones, sueños rotos, todo eso que conforma la existencia…

Te has dejado bastantes cosas, sigue.

Los recuerdos de la época juvenil nos ayudan a veces a engañarnos pensando que lo de antes fue mejor, más bello, más puro, diferente a la rutina, a ese espacio gris en que puede haberse convertido nuestro hoy. A cada uno por una causa, diferente, más grave, menos, la nuestra, lo que nos ha ocurrido. Evocamos aquellos a los que conocimos, amores que terminaban casi sin empezar, relaciones efímeras, un gusto dulce en el paladar, caricias furtivas, escarceos buscando al otro, buscándonos, descubriéndonos, apenas sabíamos porque nos atraía esta persona y no esa otra…

Oye, deja ya de divagar y vete al grano.

Bien, te conocí un jueves en aquel garito del extrarradio, no sé qué demonios pintaba una chica como tú en un lugar tan inhóspito, tan poco atractivo. Llevabas una camisa grande, blanca, como de tu padre. De inmediato me fijé en ti, cómo no hacerlo, eras una chica muy atractiva, alta, rubia, dulce, quizás algo cándida…

No te pases.

En aquel local era el encargado de la música, el que ponía los discos, entre música y música me abrazaba con tantas chicas como podía, un tonto. Creo que bailamos, sí, eras excitante, una mujer con un físico como a mí me gustaba. Fíjate que te hablo con total franqueza, sin tapujos. También tenías un punto aniñado que te daba más morbo, aunque creo que entonces no se utilizaba ese término, ni lo conocíamos. Volviste el sábado y bailamos de nuevo, no recuerdo con quién “salía” yo entonces pero seguro que alternaba con algunas chicas, lo que te digo, un tonto. Después te veía cada mañana cuando bajabas a clase. Te saludaba con la mano desde la ventana del taller. Mis compañeros, bastante mayores que yo, me decían, “eh, tu amiga” y me daba mucha rabia aquella cuadrilla de gilipollas. Te imaginaba con las mejillas rojas, azorada, cruzando los brazos y la carpeta sobre tu pecho - precioso, por cierto- lo que seguro que te daba cierto corte. Ya ves, en cambio a mi me atraía, mi prototipo, ya te he dicho, era un inmaduro…


Por lo que dices parece que no has cambiado mucho.

No seas tan directa. Desde esos primeros momentos tuvimos una relación fluida. Recuerdo que íbamos a la playa en tren, con tu tocadiscos, que estuvimos en tu casa una noche que llovía muchísimo y tenías un single, seguramente de tu padre, con una canción de Coldplay que escuchábamos una y otra vez en el Casino. Eso es, bailábamos en ese Casino, incluso bajo la lluvia, bailábamos mucho tú y yo. Luego volvíamos hasta tu barrio, acompañándoos a ti y a tus amigas (lo que para nosotros era dar un gran rodeo pero que a mis colegas y a mí nos encantaba). Mi memoria no alcanza para recordar nuestros muchos encuentros y desencuentros, si bailábamos en las matinales de los domingos en aquel club de la Gran Vía, si ya conocía a Elisa, como fue tu relación con Jorge, a cuantas fiestas y a qué clubs fuimos juntos, muchas cosas. Si recuerdo que en esa primera época, vamos a llamarla así, nuestra relación fue inocente en lo sentimental y en lo físico, no pasamos de unos dulces besos y de bailar más o menos juntos, por cierto, me gustaba tu calor y como te abrazabas. Entonces me parecías una chica formal, demasiado, una chica legal…

Y sigo siéndolo, qué te has pensado.

En la segunda parte la cosa cambió. No llevo control de cuantos novios tuviste, siempre pensé que buscabas un chico de buena posición económica, guapo, alto, un figura. Creo que ese pensamiento me hacía ser duro contigo, no me veía en el prototipo, un currela, en la fábrica. Tampoco llevo el control de cuantas novias, más o menos formales (ellas), tuve por aquellos tiempos. Sí recuerdo que en varios momentos tuvimos nuestra oportunidad.
Una. Después de encontrarnos en diferentes sitios, pubs, casa de amigos comunes, etc, nos citamos una tarde, a las cinco, en un parque cercano a la playa. No sé cómo escogimos un sitio tan lejano, tan a desmano. El caso es que después de comer me fui a casa de Javier, empezamos a jugar al póker y el destino hizo que fuera perdiendo, o ganando, no sé, y se fue pasando la tarde. El caso es que llegué a las 6 y tú ya te habías ido, lógico. El destino.
Dos. Entre dos novias, en esos periodos en los que me quedaba solo y triste nos encontramos un día, no sé dónde. Tenía un coche que me dio mucha guerra, que tuvo muchas averías, e iba a buscarte a tu casa. Estuvimos muchas veces solos, hablando, incluso creo que jugando al ajedrez. ¿Todavía juegas al ajedrez? Luego nos íbamos a La taberna del Inglés y te hablaba y hablaba de la vida, del amor, de sexo, de no sé cuantas tonterías. Creo que nos apreciábamos mutuamente, mucho. Tampoco nuestra relación pasó nunca del beso, de la ternura, del calor del abrazo, de lo políticamente correcto…

Claro, menudo eras.

No pretendo remontarme a la prehistoria, pero necesitaba hacer memoria. De aquellos tiempos nos quedaron, seguro que a los dos, muchos recuerdos hermosos, mucho amor, mucha ternura, muchos instantes que forman parte de nosotros, incluso del nuestro yo actual, somos así también por aquello, por parte de aquello. Hicimos juntos muchas cosas bellas, sentimos mucho y bien, hemos borrado lo que pudo haber feo y nos hemos quedado con lo bonito, hemos sublimado ese tiempo. Bien, somos muy afortunados. También hubo muchas cosas que no hicimos…

No sé a qué te refieres.

Bien, luego la vida siguió, nos casamos, nos ocurrieron cosas, que si tal, que si cual, veinte años, casi nada. Tú tienes una hija, yo no los he tenido. Tú te separaste, yo no duré casado ni tres años, he estado dando tumbos…

Déjalo, estás siendo muy pesado, te espero arriba, en mi habitación.


Vale, ahora subo.


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