El trayecto del rinoceronte (4)
Pero está claro, ya es octubre y lo sabemos y qué
podemos hacer excepto subirnos a todas las nubes que pasen vacías hacia Marte,
cambiarnos de ropa, habitarnos de hábitos, desvestirnos de presencias,
encerrarnos en esos ojos cerrados que decía y creo que mis palabras se
retuercen para que entendamos no entendiendo o puedo hablar más claro pero
sería menos poético, quizás más crudo y perderían sentido estas potencias que
no sabemos cómo se mantienen si no..., sí , si este piano que escucho me dice
que no debo retocar ni una palabra y dejarlo ya, tal cual, esta mañana con
nubes en la que escribo porque, sin saber cómo, esto forma parte de mi
realidad, aunque no pueda más que leer el corazón de unos ojos mirando desde no
sé dónde, ni muy bien por quién, porque Cortázar no me dijo dónde estaba la
Maga, el espejismo, el espejo, el reflejo de un arroyo en el que nunca beberé,
en el que nunca podré meter las manos para refrescar la frente caliente por el
sol y otros estimulantes, en el qué cuando comienzo a comerme los puntos puedo
considerar que ya, recoger los bártulos, preparar las maletas, dejar el mensaje
sobre la mesa, apagar las luces, mirar alrededor y cerrando la puerta con
cuidado salir a la lluvia.( Pedroooo, ¿nos vamos? / síííí,
termino ya.) conectar la bomba de relojería, subir al coche,
derrapar en las curvas y a lo lejos escuchar la explosión del mundo que se
rompe y las llamas arrasando el barrio, la ciudad y the end, Fin, violines y
los créditos sobre la pantalla blanca de ese cine de sesión doble al que íbamos
de niños, ay, terminó el trayecto del rinoceronte.
1 comments :
Recuerdo las sesiones dobles de cine (sí, tengo una edad, bueno más de una). La abuela que nos llevaba de la mano. A mi hermana en una, yo en la otra. Las dos mocosas, como espectadoras de lujo, mientras ella limpiaba la platea, disfrutábamos de pases exclusivos. Acomodadas en el gallinero los protagonistas cantaban y bailaban de siete en siete solo para nosotras. Y el mundo se detenía. Y no había noción del tiempo, las manecillas del reloj eran las trenzas y coletas que adornaban nuestro pelo. La vida sucedía entonces en tecnicolor.
Y una vez hecho este remember yú particular, toca agradecerte la magnífica sesión (bueno 4 para ser más concreta) reservada de cine que nos diste. Me gustó la película porque transpira existencia y no se privó del final imprevisible. Tu protagonista vive la Guerra de (sus)los mundos particular. Y nos la hace tan creíble como la emisión radiofónica de Orson Wells. Que suenen violines, que se vista de gala la poesía, después del apoteosis solo se te puede ocurrir a un mago de la palabra, a ti.. Y como perfecto maestro de ceremonias a lo Joel Grey nos cantas:.. welcome bienvenue willkommen… al cabaret de la vida, de la carrera (también) marciana, de tu Rinoceronte.
Y haces buena la frase: “Creo que todos tenemos un poco de esa bella locura que nos mantiene andando cuando todo alrededor es tan insanamente cuerdo.” Cortázar dixit.
Besets!!!
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