martes, 6 de octubre de 2015

Gateo.




Gateo en la memoria y no te encuentro.

Escarbo en tanto como dije y no sirve.

Recostado en el olvido sigo insomne.

Busco una Niniane que describa nueve círculos de pasos a mi alrededor, que susurre nueve veces las palabras mágicas, que nueve veces me ame.

Al alba, en la playa, encuentro la huella de lo que fue, de aquello que causó mi desgracia.

No encuentro los pasos previos, una sombra, la intuición de qué, quién la dejo, se ha perdido el entonces.

Me acompaña el viento, nada más.

Ha llegado el crepúsculo y sigo solo.

¿Cómo llegué al destierro?

Temo la noche.





Un día, a eso del mediodía, cuando me dirigía a mi piragua, me sorprendió enormemente descubrir las huellas de un pie desnudo, perfectamente marcadas sobre la arena. Me detuve estupefacto, como abatido por un rayo o como si hubiese visto un fantasma. Escuche y miré a mi alrededor pero no percibí nada. Subí a un montículo para poder observar, recorrí con la vista toda la playa, a lo largo y a lo ancho, pero no hallé nada más. Volví a ellas para ver si había más y para confirmar que todo esto no fuera producto de mi imaginación pero no era así. Allí estaba muy clara la huella de un pie, con sus dedos, su talón y todas sus partes. No sabía, ni podía imaginar, cómo había llegado hasta allí. (Daniel Defoe - Robinson Crusoe)

1 comments :

Maribel dijo...

Y después de carreras (frenéticas) de rinocerontes, de cartas de amantes displicentes, llega el paréntesis, y nos acomodas en la poesía. Pues entre versos me aposento.

Miedo (¿quizás pánico?) a la soledad. Nos amparamos en los recuerdos para olvidarnos del desierto (sin oasis) que quema las entrañas. Mirar hacia atrás sin miedo a convertirnos en estatuas de sal y ver el vació que lastima. Magnificar los recuerdos para que no nos torture el presente. Afanosamente buscar en otros labios el consuelo que sabemos nunca dispensará otra boca. El clavo que intenta, vanamente, sacar a otro clavo. Inventar memorias, trazar rutas y atravesarlas aunque sea a rastras. Todo vale para evitar la sensación, angustiante, de dormir en una cama deshabitada que nos recuerda que estamos solos. Ya.

Mago Merlín (léase Sr. Glup 2.0) ya tienes a tu Niniane la que no te encadena al nudo que puede convertirse en la soga al cuello. A cuatro manos, ambos, encontráis la manera de soltar amarras, y navegar rumbo a vuestra Ítaca particular. Niniane se viste para ti de hoja en blanco, se acicala con palabras, se maquilla de poesía y tú nos la sirves en bandeja de plata. ¿Quién dijo miedo? ¿Quién está solo? ¿Quién siente frío mientras tengamos un poema como el tuyo que nos abrigue en la noche? Ja! (y si me apuras hasta ReJá!)

Excelente cambio de registro y además, según mi (humilde) parecer, justo a tiempo. Un placer conocer a TuNiniane: es bellísima.

Besets!

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