Carta abierta a una mujer cerrada.
Te
he escrito antes tantas cartas con toda mi alma que la que te envié anoche es
una niñería, una pataleta, apenas un juego tonto, un apunte en los márgenes de
nada, una travesura ridícula, un harakiri sin anestesia, un quiquiriquí de
gallo desplumado y mojado en un gallinero sin gallinas, un brindis a la luna,
una chiquillada resentida solo para darte una vez más la razón, tú, la más
lista, oh, alabada sea tu alma pura, tus altas miras, tu capacidad para decir
no, nunca, y ser consecuente, tu valentía para desgarrarte el corazón con los
dientes y dejarlo ahí, en la alambrada que divide, tú ahí y yo aquí, prohibido
el paso, no hemos podido ser ni siquiera amigos y además es imposible. Buf.
Te
he escrito a borbotones, con rabia.
¿A
qué viene esto? –dirás-.
Me
callo y tú no hablarás, ya, pon cara de no entender, enfádate, menea la cabeza,
si ya lo sabías, tú lo sabes todo.
Sigo frente a tu ventana.
1 comments :
Hay cartas que mejor sería que se las quedase el alma, adormiladas, o las mordiese de un bocado el corazón, ñam, y zarpasen luego sin rumbo alguno por la vida, al pairo.
¿A qué viene esto?
A que hay ventanas que, al abrirlas, nos dan la razón al no cerrarlas. Contemplarlas,es toda una aventura por sí misma, sin más.
Besos que rebasan líneas amarillas.
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