miércoles, 8 de abril de 2015

Patio de vecinos.

 Me gustaría que creyeras
que esto es el irrisorio juego
de las compensaciones
con que consuelo esta distancia.
Sigue entonces danzando
en el espejo de otro cuerpo
después de haber sonreído
apenas
para mí.

(Cortázar)




No llores, reina de mis sueños, en un patio de tijeras y mariposas desde donde antes escuchaba tu voz cantarina y hermosa. No ahora que estoy sereno tras un día lleno de visitantes melancólicos, ancianas aun buscándose, adolescentes cansados.

Recorro con el dedo un rastro imaginario de salamandras y ternura.

No llores, no cualquiera goza de un milagro. Nosotros sí. Yo sí. Y tú, espero, porque te quiero cuando gimes sobre mí y antes y ahora que pasaba el tiempo y no te tocaba, solo te escuchaba por el teléfono, tal parece que vivimos en países diferentes, no parece que me asomo a la ventana y te veo, ahí enfrente, atareada, limpiando tu casa, un patio de vecinos nos une, la maceta de geranios, una señal que anuncia la fiesta, salir alegre a la calle, dar la vuelta a la manzana, subir apresurado las escaleras, eludir a las comadres, amarte durante las horas de colegio de tus hijos y la compra en la plaza, John, tu marido que tanto viaja y trabaja, el recurso de mi amistad con él, ese que ahora entra, ese que se acerca confuso y titubeante, que me mira desnudo sobre su cama, sobre su esposa.

No llores, ya no. Te lo dije, algún día se iba a adelantar. ¿Ves? no ha ocurrido nada. Y John y yo te amamos con ternura, te acariciamos con aplicación, con la total dedicación de dos hombres enamorados, con la justa equivalencia de un amor compartido.

Te queremos.


Es lo que hay.

3 comments :

Anónimo dijo...


No, no soy anónima, no te enfades. De vez en cuando - sobre todo cuando estoy lejos - vengo, te leo, lo pienso, te pienso, nos pienso, y me voy sin regreso a tu (o no) respuesta. Me da igual. Nunca aquí sería la de mirarnos, la del tacto, eso de la realidad. Tú sabes.
Están bien los milagros que dices y los cuerpos que son uno, dos, tres o multitud que Cortazar. Cómo me gusta Cortazar que no leo, tampoco oigo a Chopin o a Mozart, ni canciones francesas, ni a la Callas, esos también milagros que luego se van y me dejan hecha un guiñapo. Tú sabes, la realidad. Llueve.

Pedro M. Martínez dijo...

Anónima, ya que estamos, la realidad es lo que no pasa, lo del otro lado, aquí no llueve, ¿viste?, estamos programados, a las 7,30 eso, a las 9 lo otro, nunca lo importante, lo que se queda entre las uñas del alma, en los intersticios del corazón figurado que es el órgano que ama, sin perjuicio de otros y los caballos de la imaginación al galope por praderas que solo se ven desde las alturas allí donde comienza a faltar oxígeno, se me han terminado las citas melancólicas mientras muevo la cabeza al ritmo de Al Foster (por ejemplo) en mi nueva afición a las cavas de jazz, lo mejor es que me gusta, lo peor el poco tiempo que queda hasta anochecer que en aquella isla donde entendí tanto sobre amaneceres y puestas de sol espectaculares también hice un cursillo sobre miedo o precaución o que el Pacífico no lo es tanto y estar solo es una opción pero, ay, amiga anónima, limitada porque ¿a quién aburres?. Hasta el tacto (y más allá)

Anónimo dijo...


Buenos días Pedro.

Precioso comentario.

Me alegra que estés en mi historia.

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