Patio de vecinos.
Me gustaría que creyeras
que esto es el irrisorio juego
de las compensaciones
con que consuelo esta distancia.
Sigue entonces danzando
en el espejo de otro cuerpo
después de haber sonreído
apenas
para mí.
(Cortázar)
que esto es el irrisorio juego
de las compensaciones
con que consuelo esta distancia.
Sigue entonces danzando
en el espejo de otro cuerpo
después de haber sonreído
apenas
para mí.
(Cortázar)
No llores, reina de mis
sueños, en un patio de tijeras y mariposas desde donde antes escuchaba tu voz
cantarina y hermosa. No ahora que estoy sereno tras un día lleno de visitantes
melancólicos, ancianas aun buscándose, adolescentes cansados.
Recorro con el dedo un
rastro imaginario de salamandras y ternura.
No llores, no cualquiera
goza de un milagro. Nosotros sí. Yo sí. Y tú, espero, porque te quiero cuando
gimes sobre mí y antes y ahora que pasaba el tiempo y no te tocaba, solo te
escuchaba por el teléfono, tal parece que vivimos en países diferentes, no
parece que me asomo a la ventana y te veo, ahí enfrente, atareada, limpiando tu
casa, un patio de vecinos nos une, la maceta de geranios, una señal que anuncia
la fiesta, salir alegre a la calle, dar la vuelta a la manzana, subir
apresurado las escaleras, eludir a las comadres, amarte durante las horas de
colegio de tus hijos y la compra en la plaza, John, tu marido que tanto viaja
y trabaja, el recurso de mi amistad con él, ese que ahora entra, ese que se
acerca confuso y titubeante, que me mira desnudo sobre su cama, sobre su
esposa.
No llores, ya no. Te lo
dije, algún día se iba a adelantar. ¿Ves? no ha ocurrido nada. Y John y yo te
amamos con ternura, te acariciamos con aplicación, con la total dedicación de
dos hombres enamorados, con la justa equivalencia de un amor compartido.
Te queremos.
Es lo que hay.
3 comments :
No, no soy anónima, no te enfades. De vez en cuando - sobre todo cuando estoy lejos - vengo, te leo, lo pienso, te pienso, nos pienso, y me voy sin regreso a tu (o no) respuesta. Me da igual. Nunca aquí sería la de mirarnos, la del tacto, eso de la realidad. Tú sabes.
Están bien los milagros que dices y los cuerpos que son uno, dos, tres o multitud que Cortazar. Cómo me gusta Cortazar que no leo, tampoco oigo a Chopin o a Mozart, ni canciones francesas, ni a la Callas, esos también milagros que luego se van y me dejan hecha un guiñapo. Tú sabes, la realidad. Llueve.
Anónima, ya que estamos, la realidad es lo que no pasa, lo del otro lado, aquí no llueve, ¿viste?, estamos programados, a las 7,30 eso, a las 9 lo otro, nunca lo importante, lo que se queda entre las uñas del alma, en los intersticios del corazón figurado que es el órgano que ama, sin perjuicio de otros y los caballos de la imaginación al galope por praderas que solo se ven desde las alturas allí donde comienza a faltar oxígeno, se me han terminado las citas melancólicas mientras muevo la cabeza al ritmo de Al Foster (por ejemplo) en mi nueva afición a las cavas de jazz, lo mejor es que me gusta, lo peor el poco tiempo que queda hasta anochecer que en aquella isla donde entendí tanto sobre amaneceres y puestas de sol espectaculares también hice un cursillo sobre miedo o precaución o que el Pacífico no lo es tanto y estar solo es una opción pero, ay, amiga anónima, limitada porque ¿a quién aburres?. Hasta el tacto (y más allá)
Buenos días Pedro.
Precioso comentario.
Me alegra que estés en mi historia.
Publicar un comentario