(Otra) carta de amor.
“¿Sabes los nombres de las
estrellas, sabes qué pájaro vuela sobre tu cabeza y qué flor es la que se abre?
Si no lo sabes, la angustia que produce no saberlo es un campo muy válido para
el artista. Además, cuando uno aprende algo, es una buena cosa recuperar el
estado de ignorancia original”. (Bajo el volcán.-. Malcolm Lowry)
Nunca
mais, reina, que si este que soy fuese de un país tropical no sabría en este momento si
estoy subiendo, bajando, si estoy arriba o si me he despeñado por el mullido
acantilado de tu cuerpo como una hoguera, ay, que no se puede querer tanto, que
no, que estás dentro de mi piel, como un bichito bueno que me recorre las
venas, haciéndome cosquillas, ruiseñor, habitante del planeta Deseo, muñeca con
estuche de lujo, mujer fatal, princesa de los cuentos de a 0,20, dama con
sombrero, no me dejes solo esta noche que se me hielan los dedos, que me
escondo debajo de la parra, que te como, Gargantúa nunca saciado por tu cuerpo
que crece y crece, me asustas, giganta, que hoy me dejas como a un gnomo bajo
el hongo, soportando el chaparrón, tu tormenta, tus ojos cerrados, tus piernas
apresándome, tus brazos liberándome para que te acaricie como un cortador del
césped de septiembre, cuando nacen los girasoles y mueren los viajes contra una
carretera sin curvas, edición limitada, que me asustas, hembra, no se puede
amar mejor, no se debe, que pareces una canción de Dylan, un poema de Brines,
Madonna que no canta, mujer morena que me mira desde el fondo de sus ojos,
desde detrás de sus ojos, desde un profundo agujero donde no hay oxígeno, una
sima donde me quiero tirar y salir al otro lado del mundo, en un geiser, junto
a la muralla china, por el cráter de un volcán, bajo las enaguas de una geisha,
entre los perros ladrando a la luna de no verte esta noche, amor, desmemoriada,
la maquinista del tren de mi amor, la mujer que me sorprende cada día ¿algún
día te quedarás dormida?, ¿algún día podré velar tus sueños? (sí, lo juro) ser
un pintor encalando tus paredes, un jilguero cantando en el alambre donde
cuelgas la ropa, un espíritu silbando en el anillo, una botella medio llena, un
zorro escondido en el bosque, un labriego mirando al cielo, un cielo
mirándonos, mil cien estrellas titilando esta noche porque nos amamos de tal
manera que los dioses están enfadados, celosos. Ya (te quiero).
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