Puerto.
Anai etxen da ezküntü
bükatü niz oain joaitera
ene opilaren egitera
Pariserat banüazü
Oi ama Eskual Herri goxua
zutandik urrun triste banüa
adios gaixo etxen dena
adios Xiberua. (bis)
Pariseko bizitzia
lan kostüzüriaz bagiazü
bena berantzen zütadazü
zure berriz ikustia.
Oi ama Eskual Herria...
bükatü niz oain joaitera
ene opilaren egitera
Pariserat banüazü
Oi ama Eskual Herri goxua
zutandik urrun triste banüa
adios gaixo etxen dena
adios Xiberua. (bis)
Pariseko bizitzia
lan kostüzüriaz bagiazü
bena berantzen zütadazü
zure berriz ikustia.
Oi ama Eskual Herria...
Hoy he vuelto al pueblo. Está casi desierto. Las barcas, alineadas, cabecean en la pleamar. Los gatos ni nos miran. Aquella ventana era la de Vicente y Charo. En aquel balcón se asomaba Iñaki. En esa piedra nos sentábamos cuando volvíamos de la romería de Aingerutxu.
Sopla un frío viento del norte. Desde esas escaleras nos tirábamos de cabeza al agua. Solo quedan dos barcos de aquella flota que ocupaba todos los bolardos. Ya no está el bote de Kepa. Ya no está Kepa. Ni Andrés. Ni Carmen. Ni mi madre sentada en el muelle.
Comienza a llover. Aquella casa era la de Begoña. En la de al lado vivía Mikel. Sigue el bar de Santi. Las redes están recogidas. La cofradía, cerrada. Seguro que desde las casas de arriba alguien vigila nuestro paseo nostálgico por los muelles.
Cierro los ojos y el pueblo se llena de siluetas, de olores, de sol de verano, de risas, de un tiempo feliz, pasado. Mi padre no bajará nunca más por esa sinuosa calzada. Abro los ojos. Un pescador rema para salir a txipirones. La mar está rizada.
Vamos –digo-. Y al subir la pronunciada cuesta dejo atrás tanto espacio de mi vida que hasta que pasamos Gernika no vuelvo a hablar.
El hermano se ha casado en casa,
he determinado ya irme;
me voy a París
a ganar la vida.
Oh dulce madre tierra vasca
me alejo de ti triste,
adiós a los de casa
adiós Zuberoa. (bis)
A fuerza de trabajo
vamos tirando en París
pero estoy ansioso
por volver a verte.
Oh dulce madre tierra vasca...
he determinado ya irme;
me voy a París
a ganar la vida.
Oh dulce madre tierra vasca
me alejo de ti triste,
adiós a los de casa
adiós Zuberoa. (bis)
A fuerza de trabajo
vamos tirando en París
pero estoy ansioso
por volver a verte.
Oh dulce madre tierra vasca...
18 comments :
Bella tu tierra, sí señor.
Un lugar donde hay que ir de vez en cuando.
Te iba a decir algo sobre Lertxundi, que me encanta gracias a ti.
Pero me acaban de comunicar que ha nacido por fin mi segunda nieta ahora y me voy a verla.
Abrazos
a-escena, pues cuando vengas, avisa.
Te la enseñaré de forma diferente.
Al menos con mi mirada.
Saludos.
Doble abuelo ybris, recibe mi felicitación y enhorabuena, desde el cariño de tantos días recibiendo el tuyo.
Debe ser una hermosa sensación esa de ser abuelo –además por segunda vez-; disfrútala y da un beso a la madre y un abrazo al padre.
Otro, muy grande, para ti.
Te entiendo, irse del Elantxobe siempre es triste.
Una veces más que otras: puedes regresar a Sebastopol y seguir mudo.
A Lertxundi le dejo para otro dia: Too much.
Me pregunto si la tierra de uno es bella de por sí o la hacen bella los ojos que la añoran.
O quedarse callado para recobrar tanta vida que se dejó atrás.
Abrazo
Quién fue el primero en decir tierra en lugar de gentes? Tu texto contabiliza más nombres que barcas o rincones, viste?
La tierra no existe, existe la piel y el recuerdo.
Y esta descastada desterrada, esta también existe, jeje.
Un besote alto y verde
Y es muy emocionante conocerlo a través de tu mirada...
Yo quiero, yo quiero, yo quiero...
¿ves que importante es escribirlo?
generoso por tu parte, darnos la posibilidad de acercarnos a sentir parte de lo que tu sientes.
Porque aunque yo pueda acercarme a conocerlo, los sentimientos si te los callas, solo serán tuyos. Unha aperta meu rei (no sé decirtelo en euskera) Hermosa poesía.
Magnolio, preciosa, nunca he estado en Sebastopol.
A veces dudo que haya estado en Elantxobe.
Pero nunca he dudado de mi cariño hacia ti.
Desde hace tantos años que no sé cómo se puede querer así a un magnolio.
Aunque sea tan exigente como tú.
Sé que has entendido cada palabra que he dejado en este post. Sé que sabes lo doloroso que ha sido para mí escribirlo. Sé que seguimos siendo amigos.
También sé –claro que lo sé- que a veces no soy en mis contestaciones (me refiero a las que te hago, a ti) todo lo amable y cariñoso que debiera. Pensándolo, lo achaco a mi alexitimia; no me gusta demostrar debilidad. Y tú me conoces demasiado.
Queda abierta esta contestación. Me resisto a que sea privada, aunque tú eres un árbol y yo Pedro.
Y te beso con todo mi corazón.
Ay, Diana, qué dirías para borrarlo...
Arca, pues normalmente a cada uno le gusta lo suyo.
Mi tierra es bella, no la añoro porque vivo en ella.
Aunque ese pueblo me trae demasiados recuerdos, demasiado fuertes.
Por eso me cuesta tanto volver.
Abrazo
Claro Margot, por supuesto.
La tierra, sin nombres dentro, es un espacio vacío.
Aunque a veces los nombres pesen tanto.
Aclaro que en mis viajes he visto tierras maravillosas, con gentes extraordinarias. Allí he dejado parte de mi entusiasmo y admiración.
Que sí, que sí, mi tierra es hermosa (para mí) pero no más (ni menos) que otras.
Y, oye, descastada, ¿no decías que ibas a venir por aquí. Ven y o verás.
Un beso desde la punta de un pino (verde)
Mirada, me puedes, me vences, me derrotas.
Y yo encantado.
Te leo y me derrito.
Debe ser un efecto químico, algo psíquico, o del corazón, de los pulmones, el efecto mariposa.
Hoy me ha enviado mi amigo Alex un libro con las fotografías del Camino. Emocionante.
(Un día te lo enseñaré)
Besos.
Y besos.
Yo tampoco en Sebastopol, pero es la tierra de una amiga y me ha contado.
En Elantxobe sí, no tengo la menor duda.
De debilidades y querencias, aquí, sólo hablo como árbol, debe ser cosa de raíces: la tierra que tu dices, las gentes que Marga, hola deslenguada mía.
Como tal, también te beso, con todas mis ramas.
Como yo, en cambio, me resisto: mucho mejor en privado.
Querida Magnolio, curioso que un árbol tenga un yo.
Mucho más que sea besucón.
Vamos a hacer una cosa, beso al yo (o se al tú) y me olvido (por un rato) del árbol.
Y otros días hablaremos de esas debilidades y querencias. ¿Te parece bien?
Esperando el privado se despide atentamente.
Pedro.
Hermoso pueblo. Y qué duro y que triste es siempre abandonarlo.
Es un pueblo que está hecho para llegar y no para partir...
Besos
Desaparecida Camille, te contaría muchas cosas de ese pueblo, mejor de mis días en ese pueblo.
Pero no te dejas.
Este beso, sí.
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