Un ángel o algo parecido
Frans Floris I, Fall of the Rebel Angels, 1554
Final del viaje, momento de recopilar recuerdos, olores, brisas, el frío de aquel martes, la espera en aeropuertos, el silencio sentado en la butaca de al lado, la maleta azul con una etiqueta rota, las flores sembradas entre nubes.
Las montañas ahí abajo, las cimas rasgaban vientos y todos miraban hacia la puerta, algunos reían, los más lloraban con lágrimas dulces, resignadas, un llanto infantil, purísimo, sus manos buscando el manjar del miedo.
Luego llegó la noche y el aire sonaba en las alas como un arpa de melancolía, apenas recordábamos de dónde veníamos, ni la mirada de los ahogados bajo el mar intuido en un negro infinito, solo flotaba el destino.
Entonces vi al ángel, volaba hacia mi y sonreía, en sus manos llevaba un cetro dorado y la luz me cegó.
Es cierto, pude verlo.
Después el demonio, celoso, nos dio la mano, ignoramos el invierno y seguimos caminando, el cielo era amarillo y todos decían que faltaba poco para llegar.
Final del viaje, la casa dormida, la mesa con frutas, tu cama y esa que está tumbada eres tú, te miras desde el techo mientras los gigantes se esconden, los perros merodean por la alameda y cae una fina lluvia.
2 comments :
Un trajín capaz de trastocar al más sereno. Luego huir de las intenciones secretas del ángel y del demonio, menudos ellos.
Al final, la quietud de las almohadas.
Salud
Francesc Cornadó, con modestia quería ir más allá Se me ocurrió en un avión. Pensamientos que se vienen a la cabeza cuando los motores suenan raro (o te lo parece). El resto es otro intento de. Yo qué sé. Como tener un geranio en la ventana. Y sí, al final la almohada nos responde (no siempre). Saludos.
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