martes, 15 de febrero de 2022

Czesław Miłosz.

 



Encuentro

Estuvimos paseando a través de los campos
en un vagón al amanecer.
Una herida rosa roja en la oscuridad.

Y de pronto una liebre atravesó la carretera.
Uno de nosotros la señaló con la mano.
Eso fue hace tiempos. Hoy ninguno de ellos está vivo,
Ni la liebre, ni el hombre que hizo el ademán.

¿Oh, amor mío, dónde están ellos, a dónde han ido?
El destello de una mano, la línea de un movimiento,
el susurro de los guijarros.
Pregunto no con tristeza, sino con asombro.

Czesław Miłosz.

2 comments :

nadie dijo...

Recuerdo haber leído el poema en la antología de Galaxia, creo que pertenece al mismo poemario que el imprescindible e impresionante "Campo dei Fiori". En el que nos ocupa, me llama poderosamente la atención ese carácter tan cotidiano que adoptan el tópico del ubi sunt? y el binomio presencia-ausencia. Un cordial saludo.

Pedro M. Martínez dijo...

nadie cuando era niño la poesía rimaba. También es verdad que no había poetas (solo los autorizados, los afiliados, los que tenían carnet y tragaderas. Cuando se ha visto un poeta con tragaderas. En fin, hay que comer). Un día apareció uno que decía cosas tan bonitas que pensé “coño, esto es nuevo, que maravilla” (lo de coño lo pensaba mucho, entonces, creo que ahora también). Así, poco a poco, fueron apareciendo más poetas (y poetisas), de todos los lugares, países y continentes remotos, todo dios era poeta. Algunos eran muy buenos. Cada descubrimiento era un estremecimiento en la región lumbar (además de en eso que llaman alma). Tampoco lo podías contar mucho, a muchos, porque lo de la poesía era cosa de pusilánimes. Por eso empecé a frecuentar gimnasios, alimentaba músculos además del corazón. Estaba la poesía de la calle. En mi barrio no se podía ser poeta, ni gustarte la poesía, si alguien se enteraba te tiraban a la Ría. Estaba lo de los bíceps que te decía. Para tirarme hacían falta muchos brazos. Para no ponerme muy chulo te diré que también corría, siempre he corrido mucho, para delante, sin mirar atrás (por miedo, no creas, algunos tenían mala cara).

“Aquellos muriendo aquí, los solitarios
olvidados del mundo,
nuestra lengua se vuelve para ellos
el lenguaje de un planeta antiguo.
Hasta que, cuando todo sea leyenda
y muchos años hayan pasado,
en un nuevo Campo dei Fiori
la rabia se encienda en la palabra de un poeta.”


Total, que es una maravilla, disfrutar sin miedo de tantos poetas vivos y muertos y poder pasar la mañana así, en calma, divagando.
Saludos
Me voy al monte, a los árboles.

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