Tu primer día
Algunos ancianos nostálgicos de
lo que no han conocido (por fortuna) leen sin descanso aquello de que hace no
tanto (en términos históricos, antes del adanismo, tú mismo) hubo una Guerra
(la Segunda en poco años) y Europa (¿solo? No) quedó devastada. Estudian con
ahínco aquellos terribles seis años y les impresionan tantas, tantas muertes
(aproximadamente 50 millones de personas), el sufrimiento, el dolor, la
destrucción, lo irremediable. Les llama la atención (a esos ancianos que digo)
el desconcierto de la gente normal (término a definir) al pasar un lunes (por
ejemplo, pero fue el 01.09.1939) de vivir “como siempre” a vivir en la
incertidumbre, en el miedo infinito, en no saber qué hacer, hacia dónde huir, el
hambre, el terror ante la brutalidad extrema de una guerra. Los ancianos en
general son muy dados a contar batallas, una actividad que repiten básicamente
porque nadie les presta la menor atención, pero conozco uno que le está dando
vueltas a ese momento individual, ese en el que cada uno de nosotros tomará conciencia de que esto del Virus va muy
en serio, que este, hoy, es su primer día ante una vida diferente, que todo (¡todo!)
ha cambiado. ¿Por cuánto tiempo? Joder, yo qué sé, los ancianos no lo saben
todo.
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