Poe y Cortázar
Algunos
ancianos se vuelven crédulos, se infantilizan, babean, otros reniegan de todo y
más, juran y perjuran que ellos aún son jóvenes, que esto (¿?) no está perdido
y rezongan, tienen mal humor y poca memoria. Son contradictorios.
Hay
ancianos que desde antes de Rayuela tienen a Cortázar (Julio) en un altar y
creen que siempre ha estado ahí, con velas y flores. Pero no.
Con
9 años, Julio Cortázar leyó las Historias extraordinarias de Edgar Allan Poe.
Ahí se le quedó, con terrores nocturnos desde esa infancia hasta la
adolescencia. Luego creció y había que trabajar para vivir (comer, pagar las
letras, el papel de fumar). En 1953 Francisco Ayala, a través de la Universidad
de Puerto Rico, le encargo la traducción
de las Obras en prosa de Edgar Allan Poe. Gracias a lo que cobró por este
trabajo compró su primer apartamento en París, allí vivía con su compañera Aurora Bernárdez. Un primer círculo. Después
llegó la traducción de Vida y cartas de John Keats. Tanto le gustó que escribió
un ensayo sobre él qué, cosas de escritores, editores y esposas, se publicó
después de su muerte. Otro círculo.
Algunos
ancianos, no demasiados, rezan a la Maga virgen y a Oliveira y les da igual
Poe, Keats y los poetas de la Antártida. Cómo son.
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