jueves, 12 de marzo de 2020

Poe y Cortázar



Algunos ancianos se vuelven crédulos, se infantilizan, babean, otros reniegan de todo y más, juran y perjuran que ellos aún son jóvenes, que esto (¿?) no está perdido y rezongan, tienen mal humor y poca memoria. Son contradictorios.

Hay ancianos que desde antes de Rayuela tienen a Cortázar (Julio) en un altar y creen que siempre ha estado ahí, con velas y flores. Pero no.

Con 9 años, Julio Cortázar leyó las Historias extraordinarias de Edgar Allan Poe. Ahí se le quedó, con terrores nocturnos desde esa infancia hasta la adolescencia. Luego creció y había que trabajar para vivir (comer, pagar las letras, el papel de fumar). En 1953 Francisco Ayala, a través de la Universidad de Puerto Rico, le encargo la  traducción de las Obras en prosa de Edgar Allan Poe. Gracias a lo que cobró por este trabajo compró su primer apartamento en París, allí vivía con su compañera  Aurora Bernárdez. Un primer círculo. Después llegó la traducción de Vida y cartas de John Keats. Tanto le gustó que escribió un ensayo sobre él qué, cosas de escritores, editores y esposas, se publicó después de su muerte. Otro círculo.

Algunos ancianos, no demasiados, rezan a la Maga virgen y a Oliveira y les da igual Poe, Keats y los poetas de la Antártida. Cómo son.



 




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