viernes, 13 de marzo de 2020

El Decamerón y tú.




En su día (sin fecha) algunos ancianos leyeron ese libro tan antiguo  (ahora todo es antiguo menos lo que saldrá mañana) y se sorprendieron de sí mismos (darse de bruces con la ignorancia es muy peligroso, puedes romperte la nariz de la autoestima). Buscaron en su biblioteca y en Google y supieron algo más.

 ”¡Cuántos valerosos hombres, cuántas hermosas mujeres, cuántos jóvenes gallardos a quienes no otros que Galeno, Hipócrates o Esculapio hubiesen juzgado sanísimos, desayunaron con sus parientes, compañeros y amigos, y llegada la tarde cenaron con sus antepasados en el otro mundo!”

Algunos ancianos vieron una similitud entre aquello y esto (sin determinar). A pesar del adanismo siempre hay un antes, hemos inventado bastante poco, el corta y pega es antiguo. Muchos ancianos recuerdan a los dinosaurios y lloran, los ancianos lloran mucho por eso de la pérdida de testosterona.

 ”En verdad los hombres son cabeza de la mujer y sin su dirección raras veces llega alguna de nuestras obras a un fin loable: pero ¿cómo podemos encontrar esos hombres? Todas sabemos que de los nuestros están la mayoría muertos, y los otros que viven se han quedado uno aquí otro allá en distinta compañía, sin que sepamos dónde, huyéndole a aquello de que nosotras queremos huir, y el admitir a extraños no sería conveniente; por lo que, si queremos correr tras la salud, nos conviene encontrar el modo de organizarnos de tal manera que de aquello en lo que queremos encontrar deleite y reposo no se siga disgusto y escándalo.”

Esos ancianos que decía se están organizando para sobrevivir (una manía como otra cualquiera) y se quedan en su casa (el que la tiene) leyendo el Decamerón, la Biblia (en verso) y otros bestseller (incluido lo de Grey). No salen ni para comprar el pan con lo que poco a poco se están muriendo de hambre y otras soledades pero del virus ese, no.

”Su compasión por las mujeres privadas de libertad a la hora de hablar, y también social, confinadas en sus casas y, a veces, sufriendo mal de amores. Contrasta su vida con la de los hombres, que disfrutan de entretenimientos como la caza, la pesca, cabalgar y la cetrería”

A algunos ancianos se les ha olvidado hacer el amor (iba a escribir follar pero me he contenido por si esto lo leen los niños) bien por falta de memoria, por falta de con quién, o por falta de estímulos, materia prima, desgana y que ya no, oye). Algunos ancianos, singulares, están buscando a siete mujeres y dos hombres para aislarse cerca de Florencia y contarse cuentos. No saben si evitarán la enfermedad pero se lo van a pasar de miedo hablando, moviendo mucho los brazos, gesticulando e inventando cómo será el mañana, si lo es.

Fin.




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