El Decamerón y tú.
En su día (sin fecha) algunos
ancianos leyeron ese libro tan antiguo (ahora
todo es antiguo menos lo que saldrá mañana) y se sorprendieron de sí mismos
(darse de bruces con la ignorancia es muy peligroso, puedes romperte la nariz
de la autoestima). Buscaron en su biblioteca y en Google y supieron algo más.
”¡Cuántos valerosos hombres, cuántas hermosas
mujeres, cuántos jóvenes gallardos a quienes no otros que Galeno, Hipócrates o
Esculapio hubiesen juzgado sanísimos, desayunaron con sus parientes, compañeros
y amigos, y llegada la tarde cenaron con sus antepasados en el otro mundo!”
Algunos ancianos vieron una
similitud entre aquello y esto (sin determinar). A pesar del adanismo siempre
hay un antes, hemos inventado bastante poco, el corta y pega es antiguo. Muchos
ancianos recuerdan a los dinosaurios y lloran, los ancianos lloran mucho por
eso de la pérdida de testosterona.
”En verdad los hombres son cabeza de la mujer
y sin su dirección raras veces llega alguna de nuestras obras a un fin loable:
pero ¿cómo podemos encontrar esos hombres? Todas sabemos que de los nuestros
están la mayoría muertos, y los otros que viven se han quedado uno aquí otro
allá en distinta compañía, sin que sepamos dónde, huyéndole a aquello de que
nosotras queremos huir, y el admitir a extraños no sería conveniente; por lo
que, si queremos correr tras la salud, nos conviene encontrar el modo de
organizarnos de tal manera que de aquello en lo que queremos encontrar deleite
y reposo no se siga disgusto y escándalo.”
Esos ancianos que decía se
están organizando para sobrevivir (una manía como otra cualquiera) y se quedan
en su casa (el que la tiene) leyendo el Decamerón, la Biblia (en verso) y otros
bestseller (incluido lo de Grey). No salen ni para comprar el pan con lo que
poco a poco se están muriendo de hambre y otras soledades pero del virus ese,
no.
”Su compasión por las mujeres
privadas de libertad a la hora de hablar, y también social, confinadas en sus
casas y, a veces, sufriendo mal de amores. Contrasta su vida con la de los
hombres, que disfrutan de entretenimientos como la caza, la pesca, cabalgar y la
cetrería”
A algunos ancianos se les ha
olvidado hacer el amor (iba a escribir follar pero me he contenido por si esto
lo leen los niños) bien por falta de memoria, por falta de con quién, o por
falta de estímulos, materia prima, desgana y que ya no, oye). Algunos ancianos, singulares, están
buscando a siete mujeres y dos hombres para aislarse cerca de Florencia y
contarse cuentos. No saben si evitarán la enfermedad pero se lo van a pasar de
miedo hablando, moviendo mucho los brazos, gesticulando e inventando cómo será
el mañana, si lo es.
Fin.
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