lunes, 23 de marzo de 2020

Pasión por la música

Me voy a comprar un clavicémbalo, lo anclaré en el salón para acariciarlo cuando pase a mi cuarto por las noches. Una vez nos tengamos confianza, en la fase posterior, el tuteo y eso, aprenderé a tocarlo en humedad y profundidad (en octubre estoy apuntado a unos cursos en la catequesis de mi parroquia).
Desde pequeño he tenido ilusión de saber tocar un instrumento (risas del público). Un tío por parte de mi padre me regaló una armónica pero no me gustaba el sonido y la tiré a la ría, un acto simbólico, premonitorio. Por eso opto por el clavicémbalo, para evitar tentaciones.
Esta tarde/noche firmo el primer pago, la primera letra, un pulso con mi incapacidad para la música, conocimientos acumulándose en mi cabeza como el agua de lluvia en un canalón obstruido, amontonándose con otras artes en actividades absurdas, nadar en un mar de helechos, surcar de este a oeste el desierto de la espalda de la mujer que amo, sumergirme en el palpitante y oscuro mapa de su deseo (o en el del mío, a veces), amar por no dormir, hablar por no callar, escribir para no decir excepto que el martes es un día soleado, apropiado para comprarme un clavicémbalo (no sé si lo tendrán de mi talla, preguntaré).
A lo mío, empezaré con Bach, qué menos.

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