Parker en Unter den Linden
Ardía octubre, uno a uno los poetas subieron al atril, modestos, ordenados, metódicos, vibraban sus versos, pugnaba su voz
con el sonido del agua, implacable en su húmeda cantinela, el acariciante sirimiri, los surtidores de
la fuente,.
Allí,
sentado con absurdo y temprano frío, escuchando desde las venas, Parker sintió
el contraste, su torpe expresión de cada día era indigna. Tenía ante sí el
presente y lo malgastaba en huecos soliloquios complacientes sin esencia, sin
sentido.
Entonces
llegaron los aviones. Parker miró al cielo para distinguir los colores en sus
alas, por si eran enemigos. El sonido del bombardeo sobre Unter den
Linden confirmó que sí. Corrió al refugio.
No
hubo tiempo ya para la poesía.
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