Parker a los postres
Me lo cuenta Parker a los postres, después
de una copiosa comida.
Que a veces no se pone en el lugar del
otro y no puede entender la diferencia de experiencias, la manera de enfrentar
la relación con los demás, máxime cuando hay que tener muy en cuenta cómo han
podido ser las relaciones de ese otro concreto con otro/s inconcreto/s.
Por eso le da más valor a la naturalidad y
confianza de/ (no entiendo bien el nombre).
Ocurre también que su mentalidad es
abierta y espontánea -al menos para lo habitual- y le parecen normales
comportamientos que para otros es posible que no lo sean.
Es decir que piensa que solo hay una vida,
corta, curiosamente contra más tiempo pasa es más corta y desde cierta edad de
número redondo le parece cortísima.
Tomamos unos gin tonic e insiste con
entusiasmo, que no conoce demasiadas personas que merezcan la pena, personas
que aporten, que hagan pensar, reír, gozar, disfrutar, amar, con las que estar
realmente a gusto, con las que pueda hablar sin apuro, compartir. No dice que
no las haya, solo que él no las conoce. Por eso –dice- cuando se encuentra
a alguien que sí le parece un lujo absurdo, una equivocación prescindir de
ella/s.
Le agradezco la confianza de su
confidencia por la parte que me corresponde.
Animado
por el vino y la ginebra, sigue. Eso tiene el problema del corazón, de los lazos
afectivos, de la dependencia, de las emociones. Bueno, claro, lógico, es así,
no se puede tener todo, no se puede sentir y no sentir, no se puede prescindir
de una educación, de las costumbres, de la moral vigente, del sentido de la
obligación, del deber. Etcétera.
Además está lo del sexo.
¿Qué
quieres decir?- le pregunto.
Que
si no fuese tan increíble no crearía esta expectativa, este sí pero no, esta
sensación en el velo del paladar –contesta -
Aquí
no comprendo a qué, quién se refiere y optamos por tomar otro gin tonic.
Se
van los días.
También Parker, paga y se va.
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