martes, 6 de febrero de 2018

La Teoría de la Estupidez, de Carlo Maria Cipolla


La Teoría de la Estupidez, de Carlo Maria Cipolla

El profesor de historia del pensamiento económico Carlo Maria Cipolla, tuvo fama por un opúsculo titulado Allegro ma non troppo publicado en 1988. En él, Cipolla trataba de dar una explicación consistente sobre por qué pasan cosas malas y qué puede explicar que cuando parece que levantamos cabeza, volvamos a hundirnos.

Para Cipolla, hay una fuerza humana más enérgica que las grandes corporaciones, más poderosa que los estados más robustos, más audaz que las redes criminales más sofisticadas. Esa fuerza es la de la estupidez humana. Cipolla entra en el tema de la estupidez no como una plañidera ni como un cínico. Su aproximación no tiene que ver con una denuncia de los males de la tierra, sino que es la aproximación de un científico sobre un tema objetivo cuyos fenómenos son susceptibles de ser estudiados.


Su Teoría de la Estupidez consta de varias leyes fundamentales.

Primera Ley Fundamental de la Estupidez Humana

Siempre e inexorablemente subestimamos la cantidad de estúpidos que hay en circulación.

Podemos pensar que hay muchos estúpidos. Podemos pensar que nos acechan. Pero siempre fallaremos en el cálculo de su cantidad por dos razones: la primera, gente que en algún momento considerábamos inteligente, nos sorprende con su estulticia; la segunda: el estúpido aparece por sorpresa en los momentos y lugares más inesperados. Podemos confiarnos y bajar la guardia, pero el estúpido, tarde o temprano aparecerá ahí. Como es imposible saber la proporción exacta de estúpidos en una población, a ese número lo identificaremos con el símbolo Å.

Segunda Ley Fundamental de la Estupidez Humana (ley de hierro)

La probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona.

La evidencia científica apunta a que todos los hombres tenemos en conjunto las mismas capacidades. Sin embargo, Cipolla piensa que no. Cipolla defiende que hay hombres que nacen irremediablemente estúpidos. La estupidez connatural no entiende de clase social, raza, nivel educativo ni de ningún otro factor. No caben por tanto discriminaciones en función de la estupidez. La estupidez, como el cagar, es la cosa más democrática que hay. 


De la misma forma que la naturaleza hace que nazcan más varones que mujeres con independencia de latitud, medios y tamaño de la población. La proporción Å permanece constante en todas partes y bajo cualquier circunstancia. Å se observa en una población y en cualquier muestra o subconjunto de esa población. Å aficionados del Betis son estúpidos, Å receptores del premio Nobel también lo son. Esta Segunda Ley es ley de hierro y no admite excepciones. Siempre habrá una cantidad Å de gente estúpida y esa cantidad, de acuerdo a la Primera Ley, siempre la subestimaremos.

Tercera Ley Fundamental de la Estupidez Humana (ley de oro)

Estúpido es quien causa daño o pérdida a otra persona o grupo de personas sin obtener al mismo tiempo provecho para sí, o incluso obteniendo perjuicio.

Las ganancias o pérdidas derivadas de nuestros intercambios resultan en un cuadrante donde se ubican cuatro tipos de personas: incauto, inteligente, estúpido y malvado.
  

Inteligente es quien obtiene ganancia propia y proporciona ganancia a los demás. Malvado es quien obtiene ganancia a costa de las pérdidas de otros. Incauto es quien pierde proporcionando ganancia a otros. Y estúpido es quien pierde y hace perder a los demás.


Es normal que a una persona mentalmente equilibrada le cueste comprender al estúpido. Puedes entender la lógica del inteligente. Puedes entender la lógica del malvado (un malvado persigue un beneficio sin escrúpulos). También puedes entender al incauto: sus acciones le hacen perder y otros ganan. Frente al malvado es posible levantar defensas: puedes prever por dónde te va a atacar. Frente al estúpido no hay defensas que valgan: sus acciones no buscan el beneficio propio. El estúpido es tan impredecible como inoportuno.

Si el 100% de la población fuera malvada, el mundo no colapsaría: no habría una pérdida neta (la contrapartida es que tampoco habría ganancia o progreso). No todas las personas están todo el tiempo en uno de estos cuadrantes. No todo el mundo es inteligente todo el tiempo, ni incauto todo el tiempo. En función del resultado promedio de sus intercambios, las personas se sitúan en algún punto de este plano cartesiano.


El malvado perfecto es aquel cuyo beneficio neto iguala exactamente la pérdida neta de su víctima. El ejemplo común sería el del ladrón que roba 100 pesetas y cuya víctima pierde exactamente 100 pesetas. Claro que esta es una situación ideal, de laboratorio. La víctima que pierde 100 pesetas probablemente no pueda disfrutar de un café esa mañana y por lo tanto ha perdido más de 100 pesetas. 

El malvado inteligente es aquel cuya ganancia es superior a la pérdida que provoca (pensad en el presidente de una diputación). Pero los malvados más numerosos son los malvados estúpidos. Un malvado estúpido es aquel cuya ganancia es inferior a la pérdida que provoca. Aunque sea el propio malvado quien valora su ganancia, es la víctima quien valora su pérdida. Te rompen una luna del coche para robarte la radio y tienes que perder una mañana en el taller. 


El estúpido, recordemos, no obtiene beneficio alguno con sus acciones que dañan o perjudican a los demás. Y las más de las veces se perjudican a sí mismos por el camino. Hay factores que explican el impresionante poder de la estupidez humana.

Por ejemplo, está el hecho de la impredecibilidad del estúpido. Al estúpido no se le ve venir. Una persona inteligente levanta sus defensas de forma racional. Evalúa sus vulnerabilidades y trata de protegerse, pero estas protecciones responden a un comportamiento racional que espera un ataque racional. El estúpido es irracional. No sigue ninguna lógica. Al llevar a cabo acciones que provocan pérdidas sin procurar beneficios, su víctima no tiene ningún criterio por el que empezar.

Otro factor que explica el impresionante poder de la estupidez humana es la presencia de Å en puestos de poder o responsabilidad: ya sean presidentes, directores, generales, obispos o diputados, tienen un poder en sus manos que multiplica su capacidad de hacer daño y provocar pérdidas. Muchas veces, los puestos de responsabilidad dependen de la elección de grupos más o menos grandes de personas. Esos grupos contienen una proporción Å de estúpidos y por lo tanto sus elecciones perjudican a los demás y a sí mismos. ¿Por qué? Porque son estúpidos, te lo estoy diciendo.


Estas elecciones irracionales y este comportamiento impredecible refuerzan el poder o la capacidad de hacer daño del estúpido. La persona inteligente siempre es sorprendida por el estúpido e incluso cuando se prevé un ataque, planear la defensa no es posible porque el estúpido no sigue ningún plan. Ni siquiera, después del daño hecho, es posible lanzar un contraataque. Tal es de errático e inverosímil el estúpido. Recordemos a Schiller cuando decía que "contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano".

Finalmente, otra cosa que explica el impresionante poder de la estupidez humana es que el estúpido carece de conciencia de ser estúpido. El inteligente sabe que es inteligente, el malvado sabe que es malvado, el incauto lamenta ser un incauto. El estúpido no sabe que es estúpido. Cree estar en cualquier otra categoría y allá va pisando fuerte, dispuesto a arruinarte el día, provocar un conflicto, estropear algo o hacerte perder el tiempo; careciendo de motivos o incentivos para cualquiera de estas cosas.

Cuarta Ley Fundamental de la Estupidez Humana

Los no estúpidos subestiman siempre la capacidad de hacer daño de los estúpidos. En concreto, los no estúpidos olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar y bajo cualquier circunstancia tratar con estúpidos supone un costosísimo error.

No sorprende que los incautos no puedan evaluar correctamente la capacidad de hacer daño de los estúpidos. El caso es que los inteligentes y los malvados cometen el mismo error. Ya sea por desdén, por falsa seguridad o porque creen que pueden sacar provecho del estúpido.

Pensar que se puede sacar provecho de un estúpido es un grave error que pone de manifiesto la incomprensión del fenómeno de la estupidez humana. Además, en el transcurso del plan de acción, el estúpido aprenderá nuevas formas de trastocar tus planes, de sorprenderte con su estupidez y, finalmente de causarte daños a ti (y probablemente a sí mismo).

Quinta Ley Fundamental de la Estupidez Humana

El estúpido es el tipo de persona más peligrosa que existe.
Corolario: El estúpido es más peligroso que el malvado.

Si en lugar de estudiar intercambios individuales tomamos el conjunto de los intercambios agregados de una población, podemos dividir el plano cartesiano de la estupidez en dos partes.


Igual que sucede con el malvado. El incauto también se divide en dos clases. El incauto inteligente (o tonto útil) es aquel cuya pérdida propia es inferior al beneficio ajeno. El incauto estúpido es aquel cuya pérdida propia es superior a la ganancia que otros obtienen de él.


Con esto claro, podemos dividir el plano de la estupidez con una línea. Quienes están a la derecha de la línea aportan un beneficio o bienestar agregado a la comunidad y quienes están a la izquierda causan pérdidas, daños o inconvenientes.


Es de incautos pensar que el éxito o fracaso de una sociedad depende de la variación de esa línea divisoria. Recordemos la proporción Å de estúpidos y la Segunda Ley. Tanto una sociedad próspera como una en decadencia tienen la misma proporción de estúpidos. En particular, la decadencia o resultado negativo neto de las acciones humanas agregadas depende del aumento de la actividad de los estúpidos por permisividad de los otros grupos. Otro factor de decadencia es el aumento de la población incauta estúpida y malvada estúpida en sus respectivos cuadrantes.

En concreto, el pernicioso aumento de la presencia de malvados estúpidos en puestos de responsabilidad y el aumento de incautos estúpidos entre quienes los eligen o les consienten suelen ser causa de decadencia. El poder, para el estúpido, funciona como un catalizador en una reacción química.

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