De cuerdos
Cordura,
el cronómetro se ha puesto en marcha, class, demencia, esa noche K se duerme
serio y despierta convertido en un playmobil, la sonrisa pintada, un personaje
que mueve brazos y piernas, no más, un muñeco de plástico en el fondo de una
caja amarilla de juguetes en el altillo del armario de la niña que ahora clava
agujas de hacer calceta en el cojín bordado a punto de cruz con una cara que
tiene un aire al adusto rostro del adulto que se reflejó un instante en el
espejo -pufff, respirar y F3- no el de ahora,
no, Homer inconsciente comiendo donuts, aparcando su coche junto a la boca de
riego, torpe hombre que ríe mientras bracea en un río de aguas verdes con
sirenas que se inventa -pobrecito, si las viera, con las escamosas colas como espadas- géiser del último
día de febreo, fragor de enanos en
fábricas subcutáneas de dolor de cabeza, martillos en las sienes, bichos
parasitarios mordisqueando las terminaciones nerviosas, amigándose con virus y
espías en mi ordenador tomado en el último asalto y el puma plus nos mira
amenazador, un ápice faltó, un casi nada y el amor era esto, Schönberg y la
belleza insoportable del anhelo llenando cada hueco del alma, un yo que era
nosotros hasta el Ctrl.+Alt+Sup, todo se detiene, dream, dream, sueña conmigo,
reina blanca, aquí nieva y el despertador se ha descompuesto, F1, ayuda. Ya es otro
día. ¿No?
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