lunes, 19 de febrero de 2018

Espermatozoide.




Recuerdo aquella película de  Woody Allen en la que interpretaba un papel de espermatozoide. Conocedor de su destino, esperaba cumplir su cometido fecundador, o no, con inquietud, bromas nerviosas y frases ingeniosas.

Era una película pero imagino lo duro de ser un espermatozoide. No por nada, es que hay muchos,  eres uno más, con absoluta uniformidad entre millones, apenas algo.

Solo ese, el distinguido, acierta, cumple, logra llegar a lo que se espera de él, o no.

Llevo años en este lugar, sin otra luz que la palabra. Sin encogerme insisto, sin esperar nada, o sí. Es duro ser uno más, ignorar si alguna vez acertarás. Lanzarse al vacío sin saber si ahí abajo está el infierno o las alas de un ángel tuerto. Aun así hago equilibrios en el borde y me dejo caer sin miedo, o con.

Lo sé, hace tiempo que lo sé, en realidad solo importa el camino. Sales de aquí (un dedo señala un punto en el mapa) y llegas aquí (otro dedo señala otro punto, alejado del anterior). En ese trayecto está la esencia. Se sabe cuándo se empieza, no se sabe cuando llega el final.

Caminando, hoy es otro día.  



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