Espermatozoide.
Recuerdo
aquella película de Woody Allen en la que interpretaba un papel de
espermatozoide. Conocedor de su destino, esperaba cumplir su cometido
fecundador, o no, con inquietud, bromas nerviosas y frases ingeniosas.
Era
una película pero imagino lo duro de ser un espermatozoide. No por nada, es que
hay muchos, eres uno más, con absoluta uniformidad entre millones, apenas
algo.
Solo
ese, el distinguido, acierta, cumple, logra llegar a lo que se espera de él, o
no.
Llevo
años en este lugar, sin otra luz que la palabra. Sin encogerme insisto, sin
esperar nada, o sí. Es duro ser uno más, ignorar si alguna vez acertarás.
Lanzarse al vacío sin saber si ahí abajo está el infierno o las alas de un
ángel tuerto. Aun así hago equilibrios en el borde y me dejo caer sin miedo, o con.
Lo
sé, hace tiempo que lo sé, en realidad solo importa el camino. Sales de aquí
(un dedo señala un punto en el mapa) y llegas aquí (otro dedo señala otro
punto, alejado del anterior). En ese trayecto está la esencia. Se sabe cuándo
se empieza, no se sabe cuando llega el final.
Caminando,
hoy es otro día.
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