Turismofobia.
Asustado, estoy. Como saben
no soy de aquí (ni soy de allá, no tengo edad ni porvenir, que cantaba Alberto
Cortez, que parecía que no por aquello de las palmeras pero era un cantautor,
social, un poeta comprometido, o así) y como soy de allí (luego aquí soy
turista o algo parecido), temo brutales agresiones con confeti o pintadas en
las paredes (voy a pintar las paredes con tu nombre, amor, que cantaban los
Mismos, esos) aunque sean de hace unos meses, todo vale. Sí señor, Venezuela.
Los Medios (prácticamente enteros, es decir todos, perdón por lo sencillo de la
conclusión) escriben al dictado, recitan los telediarios al dictado, repiten
programas de debate con tertulianos (una raza) imparciales y así nos luce el pelo (en mi caso es un
chiste). A lo que iba, voy, que la
cuestión es el modelo (de país), que prepare usted un botellón, no sé, en la puerta
de Brandemburgo, en Times Square, en la plaza del Vaticano (aquí quizás
sí) y prescinda de las cifras de
empleos temporales con sueldos miserables y jornadas de trabajo interminables
pero no prescindamos de los que se lo llevan, lo gordo, los millones… Un
momento, que me está mirando mal un lugareño, seguro que es de esos que
aplauden lo de Venezuela, que esa es otra, mira, hoy hay aquí una niebla que no
se a un metro, un complot contra los turistas, como yo, me estoy liando, son
las vacaciones. Ustedes mismos.
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