Peregrinos y viento.
Lo
de hoy. Hay viento, mucho viento, miro por la ventana y el mar que ayer era
azul ahora está casi blanco, esas olas, marejada. La playa está vacía, algún
peregrino que aprovecha el contraste con el páramo, con los montes y bosques que
dejó atrás. Por cierto, aquí llega un porcentaje de peregrinos especiales, no
vienen sudados, ni cansados, no se emocionan, están terminado su Camino pero
parece que acaban de empezarlo, llevan un gesto serio, absorto, no saludan, no
cojean, sospecho que han salido justo del pueblo anterior, no hay pasión,
además son feos, unos peregrinos light, antipáticos, algunos.
Agosto
va, sigue, cumple la rutina de aquí, un paisaje único, calma, buena gente
alrededor, conversaciones al anochecer, días de lluvia fina, días de viento,
días esperando el milagro y de pronto el sol ilumina Langosteira y mi ventana, el paseo por la orilla cumple todas las
expectativas, vuelve el deseo de
regresar una y otra vez al símbolo, a la paz, a no desear nada excepto esto, lo
elemental, aunque bien es cierto que ese concepto de lo elemental quizás esté
deformado, desvirtuado, pero quién piensa en la virtud ahora. El ahora, hoy.
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