viernes, 25 de agosto de 2017

Insomnio



Discutimos. Me voy a la habitación del fondo, buscó una manta en el armario y me tumbo sobre la cama. Intentó dormir. Pensaba que aquí había silencio, no, gaviotas que no duermen, embarcaciones a motor a cada rato, van y vienen, el viento, incluso creo que llueve, me da pereza levantarme a comprobarlo. No tenía que haberle dicho aquello. No puedo dormir, no  tengo sueño, no sé dormir solo, ¿es esto un ensayo de la soledad que vendrá? Me levanto, me asomo a la ventana, no hay luna, huelo el mar, está ahí abajo, negro, poderoso, calmado ahora, pasan rápidas las luces rojas de un pesquero y su ruido. Vuelvo a la cama. Pienso. Evoco. Fueron palabras duras, soy un estupido. Ladra un perro, otro le contesta.  Tengo frío. No quiero buscar más ropa por no despertarla. A ella. Se va mañana. Otra vez solo. No puedo dormir. Vuelvo a la ventana. Desde una embarcación a remo están echando las cestas para necoras, son dos pescadores furtivos, casi puedo entender lo que hablan. Mañana estaré cansado, no podré con mi cuerpo y el aeropuerto está a ochenta kilómetros. Será un viaje triste, silencioso. Voy a intentar dormir. No tenía derecho a reprocharle nada.


Escribo esto de madrugada, no puedo dormir. Algo parecido escribí en Cádiz. No sé de dónde sale ni porqué imagino estas cosas. Al final va a tener razón Izan y este hombre pequeñito en mitad del pecho debe escribir una carta a su padre.


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