Hagan juego.
Cinco y uno, de salida.
Me la juego.
No escucharte me deja abandonado en un puerto gris del que ya no salen barcos.
No verte me deja los dedos como vehículos quietos, como jilgueros dormidos.
No te llamo por no alterar el viento que va de tu jardín al desván, la protección filial que te envuelve como la caperuza de polen de una mariposa de colores que no vuela.
Esto no es un reproche, es un lamento.
Tres y seis. Sigo.
No nos convenimos por tantas cosas, las familias, la piel, la sutil frontera que nos deja a uno y otro lado de dos mundos. Sin embargo, si tu voz mimosa acaricia mis oídos hambrientos la noche se ilumina, el día se alarga y desde el horizonte gigantes felices vienen hacia nosotros y ríen.
Nos cambiamos palabras escondidas en papeles enrollados, la emoción nos baila y desordena, crece la tentación de buscarnos y encontrarnos, el deseo de abrazarnos y…abrazarnos.
Dos y cuatro, lástima.
Apuesto y te busco en el silencio de estos días, desde que encallaste en un río de girasoles, desde que entraste en una cárcel de cariño, en esa celda que te protege y te aísla. Me arrodillo y dibujo triángulos en el polvo, eludo las serpientes de la duda, el mar trae músicas tristes que queman y falta menos para saber qué cifra darán los dados.
Cuatro y tres. Siete. He vuelto a perder.
1 comments :
Te queda mucho! Eres un ganador día a día, bonito escritor.
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