miércoles, 7 de octubre de 2015

De madrugada.




Madrugada, hace frío, cae un ligero sirimiri.
Las calles están desiertas.
No está el tiempo para paseantes.

Pero una muchacha con una maleta en su mano derecha camina junto a las paredes, escogiendo las sombras de la ciudad dormida. 
Tiene unas facciones agradables, la melena recogida en una coleta le da aspecto de niña.

Por la acera de enfrente, también entre sombras, camina un joven. 
Lleva un gorro de lana, al pasar bajo las farolas brillan las gotas de agua sobre su chaquetón azul.

Los dos marchan a buen paso, sin volver la cabeza, no se miran.

Al doblar una esquina la muchacha se sube el capuchón de la gabardina,  para un momento, mira a los lados y sigue su marcha.

El joven parece inquieto, se detiene en la oscuridad de un portal, enciende un cigarrillo y sigue.

Varias calles más allá un hombre bosteza sentado frente al volante de un coche aparcado bajo los tilos del parque. Fuma sin cesar. De vez en cuando activa el limpiaparabrisas. En el asiento de al lado reposa una pistola.

La muchacha balancea airosa la maleta.
El joven cruza la acera y se pone a su lado.
El hombre sentado frente al volante les ve llegar y enciende el motor del coche.

Al llegar al edificio de Hacienda, la muchacha roza ligeramente la mano del joven, deja la maleta en la puerta y sin apresurarse demasiado van hacia el coche parado en el parque. Los dos se suben en el asiento de atrás. El hombre  sentado frente al volante arranca el vehículo y a gran velocidad se pierde en una rotonda dos calles más allá.

Durante los cinco minutos siguientes la ciudad sigue silenciosa.



Un artefacto explosivo detonó en la madrugada del sábado en nuestra ciudad,

El incidente ocurrió poco después de que una bomba explotara en la puerta de la delegación de Hacienda.

Este  ataque coincide con la cumbre de la Unión Europea.

La policía asegura que se trata de una campaña de una organización terrorista. 

2 comments :

Maribel dijo...

Una maleta con explosivos como método reivindicativo, como acto de protesta o de presión. La VIOLENCIA.
Y no solo ésta que acapara titulares impactantes, sino la verbal, la psicológica, la sexual que cambia la vida de una persona en cuestión de segundos cuando alguien la asalta en un callejón oscuro y la fuerza a hacer aquello que no desea. La económica, que se fragua en despachos con asientos de cuero imponiendo su hegemonía y sin empuñar fusiles deja a su paso muertos vivientes con las maletas vacías por no poder pagar una cuota a tiempo. La simbólica (dominación, desigualdad, discriminación). La doméstica a la que se aferra quien, creyéndose más que otro ser humano, usa la vejación como forma de vida. La institucional, la religiosa, la laboral, la del derecho a decidir; la mediática.

Todas englobadas bajo un mismo vocablo en este mundo que nos ha tocado como prenda. Y osan hacer listas a modo de tantos por ciento y mientras las confeccionan no se toman/ no tomamos decisiones (no las suficientes). La VIOLENCIA como cifra.

A la que nos hemos acostumbrado que se siente encima de nuestra mesa mientras degustamos cualquier plato. Imágenes para ganar audiencia que, por habituales, ya son incapaces de remover conciencias. Si nos molestan sólo tenemos que darle al off con nuestro mando a distancia. Y apenas consiguen que nos sobrecojan cuando sucede a un palmo de nuestras narices, nos enseña las fauces y toca lo que nos duele. La que ocurre a kilómetros de nosotros son otra historia.

Y soy incapaz de ponerme en la piel de quien la ejecuta, de quien la padece. Solo sé que a menudo duele y me niego a aceptar este mundo. Sigo siendo ilusa, aún muevo las coletas y mi mirada se empecina en decir que esto es la excepción y que la palabra tiene más poder que un artefacto explosivo. Me engaño. Necesito hacerlo. Y mi grito es NO a la VIOLENCIA. ¿Pero de qué y para qué sirve que lo chille a solas y a la nada? Ya.

Y tú nos la plantas delante de las narices, nos recreas la escena, la describes tan serena ya la vez tan sobrecogedoramente que me sobresalto al escuchar el Whommmmmp! Y no puedo (ni quiero) evitar imaginarte con los ojos entornados, con los párpados a media asta cuando escribías de madrugada.

Besets!

PD: (¿Por qué esa fijación (y no solo en ti) de retratar según a qué personajes (que suelen ser los "malos" de la película) como fumadores compulsivos?.

Pedro M. Martínez dijo...

No lo sé Maribel Gs, no he fumado nunca, tampoco he sido nunca el malo de la película.

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