martes, 24 de febrero de 2015

Retrospectacle in New York (4).

 Cuarto

Apoyar la frente enfebrecida en la nublada celosía del confesionario. Enumerar los inasibles recorridos de la serpiente. Buscar un nombre para hacer cada crimen discernible. Dibujar las noches; las llagas de las paredes encaladas en la oscuridad, brillando; los colibríes enzarzados, enredando sus lenguas de pistilo bajo los rígidos almidones de mis tocas. Apoyar la frente. Abandonarse. Sentir cómo el anillo que atenaza mi corazón, se me resbala por el pecho como un crisantemo decapitado. (Ana Rosetti)



Francesca Woodman 


Han pasado seis días y los domingos que no me escribes tiemblo como un rapaz, me asusta tu silencio y subo al último piso del Empire para ver si llegas con flores en el pelo por las avenidas atestadas de taxis amarillos, de personas que se ven diminutas, ahí abajo, lejos de nosotros, aquí arriba. Me hormiguea el alma cuando no me escribes, temo que te escondas en la gruta del no y sigas ahí, anónima, lejana, ingrata, olvidadiza, apenas un aroma entre mis dedos que te escriben y tocan tu cuerpo imaginado, ansiado, deseado. Cuando callas temo que algo te haya ocurrido y salgo a las calles a gritar tu nombre, la gente me mira pero sigo, obstinado, llamándote con el eco de los callejones, febril, enamorado ¿dónde estás? Belleza, en la cabeza se agolpan impresiones borrosas, abstractas, vagas sensaciones. Poco a poco van formando perfiles, contornos que se llenan de color, se definen, como una fotografía de Polaroid, la agitas entre los dedos y en unos momentos están ahí las sonrisas claras, los gestos de fastidio, la persona que amas delante de un monumento, una montaña, el mar. A veces se entiende, es una cuestión de luz, de pronto sabes. A veces hace falta una palabra, una sola, para saber. Incluso esa palabra desencadena lo que no se sabe, y ya, queda ahí en la sombra, pero definido: detrás de esta puerta está lo ignorado, no pasar y un cartel con una calavera y dos tibias cruzada. Nosotros sabemos algunas cosas sobre nosotros. Nosotros, tú y yo, tenemos algunas cuestiones detrás de la puerta esperando, ay, un licor rojo sobre la mesa, la niebla contra los cristales y una música de Tortoise, suave, simulando un ambiente. Sería imprescindible que antes nos hubiéramos amado hasta la extenuación, para evitar que el deseo nos impida pensar con claridad, razonar, sacar conclusiones. Recuerdo que no me gustaba André Gide, ni un poco. Me lo recomendaste. Lo busqué en estantes olvidados de bibliotecas polvorientas. Leí sus libros, uno tras otro, en un ejercicio cercano al masoquismo. Me aburrieron soberanamente pero conseguí sentirme más cerca de ti. Recuerdo esto ahora, hoy, que el tratamiento ha sido fuerte, siento pinchazos en todo mi cuerpo. ¿Sigues ahí?

1 comments :

Encarna c dijo...

Superman. Alucinante lunes. Buenas noches Pedro. Un beso
Grancias por tus letras.

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