viernes, 13 de febrero de 2015

El pobre de Villablino.




Pablo llegó un día, nadie sabe de dónde. 
Otro día se irá.

Recorre los pueblos de los alrededores. 
No pide limosna, se la dan.

- Pablo, te invito a comer.
- No, gracias, que me han invitado los Hurtado, prefiero ir el martes.

El consejo municipal de Villablino dio orden de habilitar el calabozo del ayuntamiento como dormitorio. Lo pintaron de verde para que fuera más alegre.

- Pablo, ¿va un vinín?.
- No, gracias, que ya estoy bebiendo. Apúntamelo para otro rato, Juan.

El pobre de Villablino cumple una importante labor social. Permite que los ricos, los dueños de las minas, practiquen la caridad, que limpien su alma. Los mineros, dentro de sus posibilidades, se igualan en caridad a los señores de la casa azul.

- Pablo, tengo una chaqueta de pana marrón que te iría que ni pintada.
- No, gracias, que ya tengo una. Mejor dame unos euros.

Dicen que Pablo es andaluz, que su mujer lo despachó de casa por una cuestión de faldas. Él nunca cuenta nada de su vida. Cuando se sienta en una mesa, come, bebe y dice que en el palacio de Canedo tienen una magnífica cubertería y ricos manteles bordados. Cuando le invitan en Canedo dice que los Somoza preparan una gallina en pepitoria deliciosa, que siempre le dan orujo. Informa.

- Pablo, ¿me ayudas a descargar estos sacos? te daré unas perrillas.
- No, gracias, que me canso.

Pablo, el pobre de Villablino llegó un día, nadie sabe de dónde. Otro día se irá.


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