miércoles, 11 de febrero de 2015

Qué complicado.

La biblioteca fatal.

Abres un libro antiguo
y lees en él
tu biografía
ya no hay nada que hacer
estás esperando
a que el viento
pase él solo
la última página

(Nicolea Prelipceanu)





Unas mujeres vestidas de negro barren el suelo de piedra con grandes escobas de palma.


Ne Yoo es una buena lectora.
Ahora sé que me ha leído.
Desde entonces casi cada día.
Los dedos de sus ojos entrando en las palabras, separando los nervios, los músculos, rozando el hueso, entrando en el corazón de lo que digo, de cómo lo digo, acariciando la masa gris de mi cerebro.
Desde lejos.
Antes esto me excitaba.



Lefee, sentado, apoya su mejilla en la palma de la mano, a sus pies una lira rota.



Ne Yoo es una crítica implacable.
Lee y anota en el aire los errores, los por qué, los acentos, sopla y ya no hay nada, tacha, corrige y ni siquiera dice ah sobre mi trabajado //57-a//.
No tiene tiempo para otra cosa que no sea su vocación de oxígeno.
Pero recuerdo sus suspiros bajo el manzano.
De esto, de todo, hace mucho tiempo.



Berlín, Roma, México DF, París, New York, Londres, Barcelona, Burdeos, es igual dónde esté, la cuestión es otra.



Ne Yoo espanta a los murciélagos, pule las aristas de la piedra negra, lleva entre los dedos un reloj que no mide el tiempo.
Me gusta su pelo rojo y su mirada de luces.
Es una buena lectora, sí.
Pero –qué cosas- ahora que lo sé, no me apetece escribir.



Qué complicado.


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