Una historia entre varios.
CAPÍTULO
14
En
el que ocurre lo que ocurre y los actores se refugian detrás de un biombo.
Prólogo.
Veamos ¿qué tenemos?
Hay
una maleta negra pegada a la pierna de un hombre con un abrigo negro sentado en
una terraza gris donde llueven palomas, rutinas y esperanzas a punto de
extinguirse. Cómo ha llegado a este lugar lo han contado ya.
Hay
una mujer con una gabardina roja que viene recién peinada de amor y que se
busca en ese al que busca. Su insistencia en esta actividad tan pesada también
la han contado.
Luego
están los lectores que conocen la historia, los que no y los que esperan su
continuidad. Prescindiré de los de en medio y me centraré en los otros dos
grupos.
Bien, estáis de suerte ya que estuve allí, lo vi todo, puedo contar cada detalle. Atentos, empiezo.
Bien, estáis de suerte ya que estuve allí, lo vi todo, puedo contar cada detalle. Atentos, empiezo.
Parte 1.
Plano desde arriba. La plaza Mayor casi vacía. Gritos de niños invisibles. Zureo de palomas. Las mesas perfectamente alineadas sobre las baldosas ajedrecísticas. Dos camareras aburridas, sin clientes. Un limpiabotas canturrea, ebrio de cazalla y soledad. El hombre del abrigo negro acerca más la maleta a su pierna, con la otra mano revuelve un café con leche que se enfría sobre la mesa gris. Cruza un ciclista montado sobre dos ruedas en su afán de perseguir su propia juventud. Una florista deja una estela de azucenas y desaparece por una esquina. Los gorriones alborotan las cornisas. Una anciana sacude una alfombra por la ventana, llora, a chorros. Un gato se aburre como un gato. Una mujer, sonámbula, con una gabardina roja, camina con lentitud y se dirige en línea recta hacia el hombre sentado. De los soportales ha salido un joven de pelo engominado y andares chulescos. Desde el ático miro todo esto, abrigado en mi sillón de jubilado, sin dinero ni ganas de pisar la calle, curioso por rutina, por falta de otra actividad mejor.
Parte 2.
La cámara baja despacio y atrapa la actividad creciente en la plaza Mayor. Un hombre de facciones orientales toca el violín frente a un pañuelo blanco huérfano de euros. La mujer de la gabardina roja aprieta el paso y los labios, mira al hombre del abrigo negro, algo dice entre dientes. El gato arquea el lomo, se despereza y maúlla. Las dos camareras parlotean mientras pasan un trapo por las sillas. El limpiabotas se limpia la nariz. Una anciana riega sus tiestos de geranios y camelias. El hombre del abrigo negro ha visto a la mujer, se levanta, sonríe. Un perro viejo ladra y provoca una desbandada de palomas. La mujer de rojo tiende los brazos hacia el hombre de negro. El joven del pelo engominado lleva una navaja en la mano derecha. Lo veo, me incorporo y grito. Por un instante, el hombre, la mujer y el joven forman un triángulo detenido en el tiempo. La navaja describe un semicírculo de plata en el aire y se clava en el pecho del hombre del abrigo negro; los gorriones vuelan; el del pelo con gomina se lleva la maleta; las camareras chillan; la mujer de la gabardina roja se arrodilla y mira al cielo; llamo a la policía; justo en ese momento entra en la plaza una excursión de jubilados que sigue a un guía enarbolando un paraguas de colores; varias decenas de niños irrumpen con sus juegos, carreras, chillidos y ansiedades en el periodo de descanso del colegio en los bajos de la casa; un cartero colgado de su gran cartera sigue su camino sin mirar la escena; se acercan las sirenas de los coches de policía; cierro la puerta del balcón y enciendo la televisión; esta ciudad cada día es más peligrosa.
2 comments :
Me encanta como escribes. Tendré cosas en el día; pero en la noche leerte es un agrado de la vida. * Cómo me he reido con el gato apagando la luz . Gracias por todo. Buenas noches Pedro.
Muchísimas gracias a ti, Encarna C
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