The end of the world
Mi
tiempo acaba
Y tengo que saber por qué no he sido.
(Guillermo Carnero).
Y tengo que saber por qué no he sido.
(Guillermo Carnero).
“Don´t they know it´s the end of the world?/ It ended when you said goodbye” – y Julio piensa que debe ser muy viejo o que está rabiosamente nostálgico, pero esa canción de Carpenters le está rompiendo el corazón. De una caja de cartón toma al azar, con delicadeza, una fotografía en blanco y negro. En ella una pareja se mira arrobada, sus manos entrelazadas sobre el mantel de una mesa. La boca, entreabierta, sugiere que se están hablando, ajenos a la cámara. La música continúa y Julio va a devolver esa instantánea al montón cuando un reflejo le distrae. Sobre la cabeza del hombre se forma un pensamiento que Julio entiende: está pensando en cuanto desea a esa mujer, en que quiere quitarle la ropa y amarla, allí mismo, sobre la mesa, como en una película italiana, apartar los vasos de un manotazo, levantar el mantel, extender el cuerpo de ella como para un sacrificio y amarla sin medida. El pensamiento salta ahora sobre la cabeza de ella y Julio escucha su miedo y su deseo; miedo a la brusquedad de ese hombre al que desconoce en esas palabras rudas, groseras, en ese brillo lascivo en sus ojos; también deseo porque quiere que le toque, que le acaricie, que le bese todo el cuerpo, tiembla de ganas.
Julio acerca esa fotografía a una bombilla, la mira al trasluz, y esas dos
personas se convierten es seres cebolla. Levanta la primera capa de él y un
tropel de inseguridad le corre por los dedos. Levanta la segunda capa y los
gritos de un padre airado, con la mano alzada, se superponen a los lloros de su
madre en un rincón. Levanta la tercera capa y todo lo llena los ojos sin
lágrimas de un niño triste acostumbrado a que le peguen por lo que hace y por
lo que no hace. Levanta la primera capa de ella y unas cicatrices brillan justo
en sus muñecas. Levanta la segunda capa y una toalla manchada de sangre sobre
una camilla transita por una clínica sin nombre, en Londres. Levanta la tercera
capa y se inunda del asco y el miedo a ese hombre mayor que le lleva de la mano
a pesar de sus gritos. La música sigue sonando y Julio no quiere saber más.
Golpea el borde de la fotografía contra la mesa y dos años después cae un
matrimonio, ocho meses después un hijo, trece meses después un divorcio.
Veinte años después ese hijo está frente a él y Julio no sabe qué decirle.
Para congraciarse le pregunta - ¿Te gustan los Carpenters? Con esta canción nos enamoramos tu madre y yo -.
Pero el
chico le mira sin responder porque no es eso lo que ha venido a escuchar.
Y tiene los
mismos ojos que ella.
2 comments :
También es de REM, la última del cassette suyo que tenía. La de los Carpenters la compré en CD por 10 pesos en el metro, hace unos dos años.
Pues eso, Bixen, pues eso.
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