Sólo estaba el dolor
Me acurruqué
a dormir sobre la hierba seca.
Cantaba una
lechuza.
Palpitaba el
vaho de la tierra cuando se acercó aquella mujer imaginada. Sentí sus
jadeos. Toqué su espalda tibia. Me miró con ojos de niebla.
Huellas transparentes, se perdían sus pisadas en el lodo.
Traté de
seguirla.
Desapareció
entre los chopos.
Supe que era
una premonición.
Desperté y
sólo estaba el dolor.
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