Steinway, número de serie 17. Desgana
Si esto es la realidad no quiero saberlo,
estos textos tienen la voluntad de resistirse a ella. No ha pasado el tiempo,
no han muerto los artistas En este laboratorio dilapido mi vocabulario, sin
medida, esparzo ideas y ácidas imágenes, los demonios huyen por las ventanas,
la sombra del exorcista se alarga por esa calle tortuosa del no creer, de la
falta de fe en aquellas ideas que antes mantenían en pie el edificio de la
infancia retenida, de los ideales rotos y abrázame en este amanecer que dijimos
porque la niebla nos ocultará y el coro de la envidia se morderá las uñas y
pueden morderse los riñones antes que golpeemos a los tenores en sus caras
pasmadas con esta sensación plácida de ecos conocidos, de confiados traspasos
de emociones, de caracolas marinas, de tránsitos cabalgando a lomos de un
animal mitológico y antiguo, de esa paz de saber qué, por fin alguien nos ama
desde tan lejos que bastaría dar la vuelta a la esquina para encontrarle.
No es exactamente esto lo que
quería decir y no sólo a ti, pero no puedo escribir en serie, no todos para uno
y uno para todos, no puedo imaginar tantos rostros detrás del cristal tardío.
No nos queda tiempo y además un nombre eclipsa a todos los otros.
No es tu nombre.
Cómo empezar de nuevo ahora que
se ha terminado esta sesión continua con dos películas más el documental, los
espectadores salen de forma ordenada, cerramos las puertas del cine de barrio,
el vendedor de boletos se ha dormido - no me extraña-, y los coches van
formando una caravana sobre el puente camino a ninguna parte con conductores
que bostezan y familias en silencio.
Te compro una idea.
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