El catálogo Messier. Desgana.
Las palabras son necesarias
para que arda el silencio
para que ardan los actos.
para que arda el silencio
para que ardan los actos.
(Pilar González España)
Se posaron nuestras voces en la
hierba como grandes pájaros melancólicos y no ha ocurrido nada.
Salvo el silencio.
Un periodo de desgana
deambulando por el extrarradio de París, un momento de agujeros por los que se
escapan los desagües de la comunicación, un clic mental con fundido en negro,
una espera en los muelles del río mientras los veleros atracan con noticias
alegres, rutina, fuego y frutas de países al otro lado del mapa.
Pero hoy la torre Eiffel
amanece puntiaguda entre la niebla y la esperanza nos despierta como un reflejo
de risas y ojos, como un inmenso ramo de lirios que nos dejan en la puerta con
una tarjeta en blanco, pero nosotros sabemos, sonreímos, por un momento
olvidamos lo que ocurre detrás de la cortina.
Y los gritos.
Solo tengo un título, una
historia en un cajón, el deseo planchado debajo de un mantel a cuadros y mi voz
en equilibrio sobre una cuerda inverosímil.
Un rumor de viento extranjero entre los pinos, ladridos de perros optimistas, una jarra bajo la fuente, una mañana azul como una mañana azul.
Tiro las piedras de mis escritos y no sé si llegan al estanque dorado y pacienzudo. Tiro este hilo verde desde su ventana a la mía -o al revés- y no sé si ha enredado entre las copas de los árboles temblorosos del jardín o si vuela en laberintos misteriosos bajo el fervor de mis plegarias.
Tiro musgo y peces a los gnomos pero no es lo mismo. Me tiro yo, de cabeza, vestido, a las aguas tumultuosas de un Sena de incógnitas y salgo gloriosamente desnudo de principios, de negativos presentimientos, de lanzas clavadas en las puertas a ningún sitio.
Un rumor de viento extranjero entre los pinos, ladridos de perros optimistas, una jarra bajo la fuente, una mañana azul como una mañana azul.
Tiro las piedras de mis escritos y no sé si llegan al estanque dorado y pacienzudo. Tiro este hilo verde desde su ventana a la mía -o al revés- y no sé si ha enredado entre las copas de los árboles temblorosos del jardín o si vuela en laberintos misteriosos bajo el fervor de mis plegarias.
Tiro musgo y peces a los gnomos pero no es lo mismo. Me tiro yo, de cabeza, vestido, a las aguas tumultuosas de un Sena de incógnitas y salgo gloriosamente desnudo de principios, de negativos presentimientos, de lanzas clavadas en las puertas a ningún sitio.
¿Dónde estás?
0 comments :
Publicar un comentario