Dilogía (3)
Son las seis
de la mañana, continúo despierto quizás por el cambio de hora, me he comido el
despertador, me doy cuenta que mañana estaré agotado por falta de sueño, me
paro, muevo la cabeza, me compadezco de mi mismo con la ansiedad del amanecer y
juego con seriedad, sonriendo pero respetando las normas, no pisar la raya,
pisarla, borrar la raya, dibujarla, doblarla, llenarla de peonias, apretarla
entre los dedos y ya, a la mierda las rayas, todas.
Canto
mientras decido si clavaré estas elucubraciones en la puerta de madera de la
ermita, pero sé que sí porque quiero que mis compañeros del astillero sepan
hasta dónde puede llegar la marea del corazón y eso que llaman amor que ni
siquiera entiendo si es esto o es luz en el agua sucia del pantano, si solo es
una locura que dura demasiado tiempo -toda mi vida, toda su indiferencia- y
todavía me quedan dos años de contrato para salir de aquí, prisión de la
voluntad, de cielos rojos en continuo poniente y esto no dice nada y dice y mis
poemas y cuentos pasan con pena, en silencio, avergonzados, mirando al suelo.
Esta
fragancia dice que si hablo sobre mi próstata o sobre las alteraciones en mi
cuenta corriente emocional alguien al otro lado del Río Grande abre su ventana
y entona una melodía muda con subtítulos y comentarios como banderolas al
viento. Coincidencia o circunstancia o quizás sea una cuestión de murallas
alrededor del yo, de nubes atravesadas y atropelladas por los estorninos de
esta primavera en octubre, o de planicies de La Rioja meciéndose en plácidos
atardeceres de revistas de fotografía.
Debe ser un
mal común, lo que le interesa (a ella) no me interesa y viceversa y la vida del hombre la mecen con
cuentos y León Felipe se
sabía todos los cuentos y estamos hasta el gorro (frigio y frígido) de que desde
el gobierno, la oposición y desde los que aún no están, nos engañen con
cuentos. Sin embargo anteayer, ayer, hoy, he contado esta cuento como una dilogía
por si a alguien le puede interesar. Lo que tiene ser un iluso
indocumentado y febril.
Mañana más,
algo se me ocurrirá (cada día se me ocurre menos, puede ser el invierno que
llega o este dolor de estómago que no se me quita desde el jueves).
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