Dilogía (2)
Nada.
Se va, vuelve, revuelve, me deja mensajes grabados en el contestador, dice que
teme darme la mano, dice que teme que nos besemos, que nos desnudemos, dice que
no, que nunca, que mejor estoy lejos, que soy un peligro para ella (¿?), que
cada cosa tiene su tiempo y nosotros nunca lo hemos tenido. Puede decir lo que
quiera, en mi interior no puedo sujetar esta avariciosa ternura que me deja
ensimismado cuando estamos a solas, estas inmensas ganas de abrazarla y sentir
su piel, de dejarme llevar por tanto sentimiento prisionero, soltarlo,
llorárselo sin pudor sobre los hombros, decirle que no se puede querer tanto
como yo la he querido y quiero, que no se puede sufrir tanto como yo he sufrido
y sufro por ella (¿?), saber que ya no importa, que ni siquiera somos los
mismos, que nunca hemos sido nada excepto una broma en las comidas de la
empresa, cuando se escarba en los pasados no conocidos, en los futuros
imposibles.
A
pesar de todo, arriesgando tanto, me acerco a ella (¿?) sin remedio, de forma
inconsciente, sin pudor, sin pensarlo casi, con una repetida sinceridad al
contar, al abrir mi corazón, al quedar expuesto a su comprensión, a su
compasión, a quién sabe qué sentimiento, seguro que contrario al que quiero
buscar. Pero no sé qué quiero buscar, no sé qué fuerza me impide olvidarla, me
obstino en escribir poemas sin remedio, sin rima, no sé por qué me empeño en
verla, en equivocarme así, en no pensar en lo que es bueno para ella (¿?), ni
siquiera sé porqué me tolera. Me paro y pienso que ya tengo edad para saber lo
que debo y lo que no debo hacer, ya, inútil intento, pienso en ella (¿?) y las
normas no existen, los límites siempre están más lejos y leo tantas veces las
cartas que me escribe que la letra está borrosa, lo que dice me redime, lo que
no dice me llena de tantos sueños que una explosión de imposibles me devuelve a
la realidad y la realidad es aplastante, demoledora, está el aquí, el ahora y
vivir no es escribir y todo esto no son más que palabras que no llevan a
ninguna parte excepto al disturbio, a perturbar nuestra tranquilidad
reciente, a que me mire como al bicho raro que siempre he sido para ella (¿?)
si es que he sido algo.
Sigo cautivo. (Saben que estoy escribiéndole, me
vigilan, debo disimular, luego sigo)...
(sigue)
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