La Ría.
Muelle de Ripa (Bilbao) y puente de Isabel II. Foto del siglo XIX
Baja la Ría con un color indefinido, romántica,
aburrida. No llegan ya los barcos hasta el Arenal, no. Un hombre del Senegal
está acodado en la barandilla de Ripa y mira los remolinos del agua en la
bajamar, escucha las gaviotas, ríe en su filosofía incomprensible para los
caballeros de traje gris, corbata negra y cartera con papeles secretos,
absurdos, con garabatos y firmas sin valor.
Hay un rito, una ceremonia en las grietas donde
se esconden el alma de los suicidas y la vigilia del verdugo, allí donde no
brilla la luz sin luz.
Baja la Ría sin rumor de olas, con peces ciegos,
no flanquean sus riberas las grúas rojas ni los gritos de las mujeres que
descargaban carbón y bacalao. Un hombre
del Senegal canturrea algo en francés sin dejar de sonreír, es un orfebre de la
alegría, un experto en espantar los reptiles del desconsuelo, el dictamen de
los agoreros, los designios de dioses amarillos.
Hay un eco de txalaparta, un aroma de tamarindo,
una mirada al ayer, una pareja que ríe para espantar el miedo a la enfermedad,
un espantapájaros con harapos, un libro sin terminar...
Puedo continuar pero soy un egoísta, escribo
para mí, para saber que hay detrás de la encalada pared de lo cotidiano, para
conocer tanto, para que continúe esta fiesta en la que soy el único invitado.
2 comments :
Me gusta tu ría sin rumor de olas, con peces ciegos. Me gustaba también con sus gabarras y grúas de fondo y la magia de aquel puente mágico que se partía en dos y se elevaba hasta que los mástiles altísimos pasaban con aquella algarabía de ruido y espuma.
Mucho más pasearla sin nostalgia, charlando con alguien egoísta y seductor de estelas diversas, la de ahora del gran pez de titanio, o tal vez de aquella otra, la del navío sembrada de pájaros amarillos.
Magnolio, la palabra como vehículo, como catalizador, como trampa, como llave para abrir la puerta de la emoción, esta que me embarga al leer tu comentario. Muchas gracias.
Ay.
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