Residentes que no residen.
Voy de visita a una
residencia de ancianos.
Un señor sentado en
un banco, apartado, me mira con ojos acuosos, se levanta, me abraza, me besa en
el rostro.
¿Qué le pasa?, pregunto.
Estoy triste, me
dice.
Tranquilo, hombre.
Le acaricio la espalda.
¿Qué edad tiene?, digo, conmovido.
Ochenta años, o noventa, no recuerdo, se me ha ido la
cabeza, dice.
Llora, se apoya en
mi pecho.
Salgo de la residencia
arrastrando el corazón con una cuerda.
Un Cantón suizo aprueba el suicidio asistido en los geriátricos.
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