martes, 17 de abril de 2007

Cuento del joven poeta.

En aquellos tiempos en los que el mundo se volvió pequeño, cuando de Nueva York a Buenos Aires solo había un clic, el joven poeta recibía en el salón de su casa a personas de todos los países. Este salón estaba lleno de puertas y conversaciones sobre literatura, pájaros multicolores, microscopios mirando al corazón, sobre la vida en un espacio plano. Tan pronto entraba T y casi sin haber salido entraba I, en un sofá descansaba J, L se cepillaba los zapatos en el felpudo de la entrada, M y C discutían al fondo. Por aquella habitación siempre pasaban interesantes visitas.


El joven poeta se había construido un techo con plumas, hilos, caracolas, sonidos, luces, dientes de dromedario y hojas de palmera. Las paredes estaban llenas de música y espejos, de cuadros imposibles y de agujeros. También había biombos, cortinas, entradas simuladas, columnas que sostenían otro cielo, mentiras y verdades enrolladas sobre la alfombra, jarras con flores carnívoras, armarios que ocultaban secretos numerados, alacenas atiborradas de citas imposibles, una colección de máscaras venecianas, candelabros de siete brazos, velas siempre encendidas, imágenes de santos que no fueron, animales disecados, seres inexistentes, miedo en frascos transparentes, amor a granel, en baldes, un muestrario de disfraces, dos clavos sosteniendo una frazada de prepotencia, un sombrero de copa y botellas amistosas.
En aquella casa había otras habitaciones, pero en ellas el joven poeta ya no lo era y cambiaba su cara, sus costumbres, su forma de mirar, hasta la voz, los ecos, los recuerdos, el mundo era allí más aburrido, más gris, sin saltamontes verdes ni estampidas de elefantes.

Y el tiempo pasaba.

Un día, el poeta salió del salón y en el pasillo se tropezó con un anciano que le miraba desde el fondo de unos cansados ojos. Asustado, se metió en la cama y bajo las sábanas pensó en sus amigos desconocidos, en sus amantes figuradas, en los países que nunca había visitado, en los planetas de su cabeza. Al fin se durmió. Al despertar, sintió un dolor sordo en los brazos, en las piernas, en el cuello. También advirtió que una mujer yacía a su lado.

“¿Qué tal has descansado?”, le pregunta esa mujer con amorosa paciencia. Y sigue hablándole mientras se afeita, se ducha, desayuna, se coloca el nudo de la corbata, sale de su casa. Ella camina a su lado mientras entra en bancos, visita a señores serios, estrecha manos, consulta cifras, sube y baja en ascensores con espejos –no se reconoce en ellos- , va y viene por calles con jardineros que riegan los parterres. Esa mujer no le deja ni cuando sube al coche, le avisa de los semáforos, guardias municipales, señales de tráfico, baches y niños jugando a la pelota. También le acompaña cuando toma café, cuando come, canta, compra lotería, piensa, está dentro de su cabeza, sentada en un sillón de terciopelo rojo.

Pero esa tarde, no una cualquiera, no, aquella tarde, se sube el telón, traspasa una puerta y entra en otra mujer, la recorre, visita, se admira, se prenda, se queda ahí y va de la tierra a la luna, se vuelve escarabajo, sube a un flaco caballo, se pone sombreros, salta dentro de un círculo de faroles, queda crucificado, se pasma, ríe, llora, da volatines en el escenario, la ama, profundamente la ama, es fuerte y gana medallas de oro en Grecia, es débil y se reboza en sábanas, vuela, sufre, nada en piscinas de lava, se clava cuchillos en los muslos, imita a los ciervos de Doñana en septiembre, se vuelve azul, chino, verde, sube en globo, trabaja en minas llenas de grisú, muere, renace, muere, es su propio padre, es su hijo, es toda su familia en el cuadro de la pared, sale por otra puerta, como en un sainete, y todo vuelve a empezar sin haberse terminado.

Ha caído la noche, el joven poeta le mira desde el ojo de la cerradura, él está dentro y fuera, ensimismado en su silencio, solo habla en aquel salón odiado, en aquel cubículo en el que se transfigura y comprende que después de los años de incomunicación a ella, a ella, a ella -¿está claro?- le picó un murciélago de hartazgo, que su sonrisa constante es apenas un reflejo muscular, que por las tardes ella, ella, ella pasea por el parque con un hombre que rodea sus hombros con el brazo, que le hace reír, que le dice cosas al oído, que le besa por las esquinas y desde el cristal de la pecera comprende que después de los tiburones ella también sea otra y otra y otra, mientras el perro aquel que te dije duerme bajo el tejadillo del jardín y ya no muerde las pantorrillas de los que me visitan. A algunos, sí.

A cosas así me refería: escribiré sobre lo que aún no veo.

Pero está aquí, lo sé, o ahí.
Estoy buscándolo.



28 comments :

ybris dijo...

Pesadilla o realidad.
Quizás una sencilla bipolaridad.
Cosas que les suceden a los jóvenes poetas.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

No es sueño ni es realidad, no es pesadilla ni bello sueño, es un viaje de mano de las nuevas tecnologías, es una historia tan vieja como el hombre.

El desdoblamiento anhelado, el deseo incumplido, lo íntimo reflejado en una pantalla, el ser protagonista y espectador al mismo tiempo, la búsqueda de cualquier cosa, la curiosidad que nos hace seguir viviendo.

C.A. Makkkafu.

Churra dijo...

No lo ves pero sabes que esta ahi, en alguna parte , por eso lo escribiras y yo lo leeré. Como el joven poeta miraras por el ojo de la cerradura .
besos

Coblenza dijo...

Pedro mío:
-Trazas historias cortas pero que parecen la antesala de una revelación fotográfica. Haces con la psicología de la mente un perfil determinado dándole soporte literario. Sacas tanto de tí, cómo de los demás, si lo lees, cómo si lo ves.
Impregnas esa sutileza tan tuya en tus escritos. Firmas con -Glup-. Pero que duda cabe que los que te vamos leyendo muchos años (Amén de que es verídico esta dato, gracias a Dios de haberme encontrado contigo)lo notan.
Y eres Pedro tan esencial ya. Que tu eres de aquellos amantes oportunos y gratificantes (ésto es metafórico eh?) que te arranca la parte contaminada de la que se encierra o alimenta el alma cuándo existen personas de peor pelaje sin dignidad y la suficiente honestidad así mismas, para nunca reconocer que escribir es un arte difícil, y lo primero de lo que hay que resignarse es la siempre percepción de que eres de lo más normal...
Tu Pedro, siempre tan honesto. Tan amable en tus formas. Hasta para reírte eres tan honesto. Que haces cortas las distancias largas.

Y eso se nota en tu caligrafía emocional, de buen escritor.
Tal vez porque conoces tanto el fracaso como el filtro de la superficialidad del mundo contemporáneo. Dónde buscamos secretos en vez de cimas.

¿Estoy bipolar hoy?
;)
pd.(será que te quiero mucho).

"Para llegar a ser lo que se es, hay que ir por donde no se es". (Alejandro Jodorowsky)

Eres el mejor tío!!!!!Éa!!!!!!


Besos.

Pd (2). Después de leerme me río de mi mísma y pienso, ¿qué me ha daó hoy a mí? Hay que ver lo que te quiero eh?
Jajajajajaja.

sergisonic dijo...

cuentop del poeta atemporal, diría, aunque sea joven.
intenso dominio del lenguaje, noi.

saludos sónicos

Anónimo dijo...

Pura literatura. La verdad que esto es digno de publicar.
Sencillamente, excelente.

Diana L. Caffaratti dijo...

Sea lo que sea , siempre nos regalas una riqueza expresiva tal, que da ganas de seguir leyendo. Creo que la estética de tu literatura es impecable, novedosa,llena de parentes certezas y contundentes irrealidades como en le caso del poeta de hoy.

Tempus fugit dijo...

¡Es que hay cada mujer!
El diseño del techo...precioso, los dientes de dromedario, engarzados en oro... un placer estético al alcance de muy pocos.

un abrazo

Recomenzar dijo...

Que bueno aplausos por el escrito

gaia07 dijo...

La mente de un poeta, es algo tan delicado como una sedosa tela de araña, atrapa los sentimientos convirtiéndolos en palabras hermosas, tristes, en versos increíbles, en prosa arrebatadora… pero esa mente como la sedosa tela, puede deshacerse con un soplo de cualquier boca indigente, de cualquier vendaval apasionado, con una mirada que echa fuego, con una suave caricia de una mano ingenua… y entonces esa mente se desintegra, sus sueños se confunden con sus pensamientos, con realidades inventadas, queda atrapado dentro de su mente, ya no puede convertir en maravillosas letras nada, y entra sin darse cuenta en la insondable locura de su delicada mente…

Querido Pedro quédate cerca y no te alejes demasiado... eres increíble ¡yo te saludo maestro! Un beso.

Pedro M. Martínez dijo...

Ay, Ybris, cuando lleguen a nuestra edad se van a enterar
Los jóvenes poetas van por la vida ensimismados en sus ombligos y así pasa lo que pasa (se chocan con las farolas, con los faroleros y con la luz que ilumina lo que no).
Se cura (que nos van a contar).
Abrazos polares (del norte y del sur)

Pedro M. Martínez dijo...

Makkkafu, la curiosidad nos hace seguir viviendo mientras vamos muriendo. A ratos plantamos sueños en estos jardines y hay madrugadas que la escarcha (y la indiferencia. Que te voy a contar) los deja hechos un asquito. Y es que no somos nada (o muy poco).

Pedro M. Martínez dijo...

churra, no miro por el ojo de la cerradura por dos razones (básicamente). Una, cuando me agacho me entra un dolor de riñones que ya, ya (amen que la postura es indecorosa). Dos, me miro al espejo y ya, me veo, me leo, me indulto y p´alante, que son dos días. Ahora, eso sí, quiero escribir sobre algo que intuyo ahí (por esa zona borrosa) y que estoy seguro más pronto que tarde verbalizaré. Beeeeesos.

Pedro M. Martínez dijo...

Mi admirada y entusiasta Coblenza, lo primero decirte que me resulta imposible entrar a tu página, me da error tras error (además ya no sé cual es la buena. Aparte de ti misma, la buena, digo)
Lo segundo que el tenis no se me da del todo bien y cuando me dices esas cosas se me alteran las raquetas y los brazos y no sé donde devolver la pelota que uno es tímido y se azora y todas se me quedan en la red y cualquiera que te lea va a decir ¿pero que le ha dado a esta niña?, que no sé de dónde sacas esos datos, que lo mismo soy un bandolero de Sierra Morena que escribe versos (...quién te enviaba versos, dime quién era; quién te enviaba flores en primavera, etc) y te equivocas, o lo escribo con una máquina, que echas dos euros y salen solos los textos, hoy uno de piratas, mañana otro de amor, para el jueves uno de desamor, o que lo copio de revistas antiguas, o qué se yo de estas cosas, que escribo, lo dejo aquí y el resto ya no nos pertenece, que cada uno lo interpreta como quiere y sí, que se le quiere mucho y no, que no firmo como glup, que la página se llama glup, que yo soy Pedro –para servirte- y no me cambio el nombre, ni la cara para decirte que te agradezco mucho tu salero –olé mi niña- y tu buen humor y te doy un beso en todo lo alto (ea, o en lo bajo) y que sea lo que dios quiera. Amen.
¡¡¡guapa!!!

Pedro M. Martínez dijo...

sergisonic y de la lengua, no bífida pero sí activa (que no callo, vamos).
Los jóvenes de hoy son los viejos de mañana. O sea.
Saludos variados.

Pedro M. Martínez dijo...

Itoitz, tienes pagada una cerveza en el Iruña.
Muchas gracias.

Pedro M. Martínez dijo...

Diana L. Caffaratti, estos poetas no son tan raros, yo conozco algunos. Se olvidan de sus realidades y para cuando quieren darse cuenta han perdido el camino de regreso. Eso, que no nos ocurra (no es tan difícil). Besos.

Pedro M. Martínez dijo...

Gato De cenizas, sigue con tu buen humor, ensancha los pulmones y se vive más (y más a gustito). un abrazo

Pedro M. Martínez dijo...

mi despertar, con tu permiso me guardo tus aplausos (no los tenía de ese color).
Y te los agradezco.

Pedro M. Martínez dijo...

Exageradagaia07, estoy cerca, a la vuelta de la esquina. No, no me alejo. Al menos no antes de agradecerte tus cariñosas palabras. Un beso.

Coblenza dijo...

Tu pincha sobre mi nick.
Y te vas a la izquierda de tu pantalla, y verás que pone: dirección web. (exácto), pues clikas. Y é voila.

pd. No es tan difícil.
Y esa es la definitiva. Las otras sencillamente no existen.
Te beso. Y te adoro. Y te quiero mucho.

(lo que piensen los demás, plim).
;).

Pedro M. Martínez dijo...

Coblenza, ya. Voy.

AnaR dijo...

Glup. Casi sin palabras .Mudez voluntaria para disfrutar semejante relato.Absolutamente genial.

Saludos

Pedro M. Martínez dijo...

Ana R, pues para quedarte muda has dicho bastante. Muchas gracias.

Unknown dijo...

Gracias, Pedro, por esta hermosa narración. Los poetas son así, nunca sabes por donde han de salir... o entrar... Un fuerte abrazo,
V.

Lety Ricardez dijo...

Eres increible Pedro.

Por eso no leo demasiado, porque me dan los complejos de no tener nada que decir, o nada bien dicho por decir, o que se yo, me enredo, pero te leo y me gustas, te admiro


Te dejo un abrazo grande, grande

Pedro M. Martínez dijo...

Oye, ElPoeta, no serás tú el joven poeta ¿no?

Pedro M. Martínez dijo...

Lety, que alegría leerte. Te admiro y te respeto. Por todo lo que te he leído se desprende de tu persona una envidiable serenidad y humanidad. Agradezco mucho tus palabras.
Un abrazo y deseo que estés muy, muy bien.

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