miércoles, 31 de diciembre de 2008

Adiós 2008 // Hola 2009.

Se va 2008, viejo, ahí viene, un 2009 niño, escondido aún entre la lluvia y el frío, disimulando lo que nos espera, tan negro, haciéndose anhelar, caprichoso hasta las doce, puntual, pinturero, enigmático, no sabe que sabemos.

Será un año mágico, diferente, en el que todos obtendremos nuestros deseos y gozaremos de esa paz que nos falta en los días locos, llenos de prisa y ruido, sin tiempo para mirarnos, para vernos, para escucharnos el corazón, para degustar los amaneceres o la brisa.


Será un buen año, ya verás.
Así te lo deseo.
De todo corazón.


Hero y Leandro

El mito

Hero era una sacerdotisa de Afrodita , que vivía en una torre en Sestos, en el extremo del Helesponto. Leandro (Leandros, o Λέανδρος), un joven de Abidos en el otro lado del estrecho, se enamoró de ella y cada noche cruzaba el Helesponto a nado para estar con Hero. Ella debía encender una lámpara cada noche en lo alto de la torre para guiarle.

Sucumbiendo a las dulces palabras de Leandro, y a su argumento de que Afrodita, como diosa del amor, despreciaría la adoración de una virgen, Hero permitió que él le hiciera el amor. Esto continuó durante el cálido verano. Pero una tormentosa noche de invierno las olas sacudieron a Leandro en el mar y el viento apagó la luz de Hero, por lo que el amante perdió el camino y pereció ahogado. Hero se lanzó desde la torre, muriendo también.

El mito en la literatura

El mito romántico de Hero y Leandro ha sido muy usado en la literatura y el arte:

Ovidio lo trató en sus Heroidas, 18 y 19, como un intercambio de cartas entre los amantes. Leandro ha sido incapaz de cruzar a nado para ir hasta Hero debido al mal tiempo, la insistencia de ella para que haga un esfuerzo resultará fatal para los amantes.

Musaeus, poeta bizantino, también escribió un poema, del que Aldus Manutius hizo una de sus primeras publicaciones (1493), después de establecer su famos imprenta en Venecia (su objetivo humanista era lograr que la Literatura Griega Antigua estuviera disponible para los estudiantes). El poema de Musaeus tuvo tempranas traducciones a lenguas europeas por Tasso (italiano), Boscán (español) y Marot (francés). Durante el Renacimiento se creía que este poema era pre-homérico: Geroge Chapman reflexiona al final de su versión de las obras de Marlowe que los amantes muertos tienen el honor de haber sido 'los primeros que poeta alguno cantó'. La traducción de Chapman, de 1616, tiene el título 'El divino poema de Musaeus. Primero de todos los libros. Traducido del original por Geo: Chapman'.

Christopher Marlowe, poeta renacentista, inció una extensa versión de la historia, pero termina cuando ellos se hacen amantes

George Chapman completó el poema después de la muerte de Marlowe. Este poema, iniciado por Marlowe y terminado por Chapman, fue repetidamente impreso en la primera mitad del siglo 17, con ediciones en 1598 (Linley); 1600 y 1606 (Flasket); 1609, 1613, 1617, 1622 (Blount); 1629 (Hawkins); y 1637 (Leake).

Sir Walter Raleigh alude a la historia, en su 'The Ocean's Love to Cynthia' (El Amor del Océano a Cynthia), en la cual Hero ha caído dormida, y falla en mantener encendida la lámpar que guía a Leandro (otras versiones, como la de Chapman, hablan de su desesperada lucha para mantener la lámpara encendida).

La obra de Ben Jonson, Bartholomew Fair (La Feria de San Bartolomé), presenta un teatro de títeres de Hero y Leandro en e Acto V, trasladado a Londres, con el Támesis, sirviendo como el Helesponto, entre los amantes.

Es también el objeto de una novela de Milorad Pavić.

Leandro es el objeto del Soneto XXIX del poeta español Garcilaso de la Vega, del siglo 16.

Hay una breve alusión a la historia en la comedia “Mucho ruido y Pocas Nueces”, de William Shakespeare, y otra en “El sueño de una noche de verano”, en la forma de una confusión entre los nombre de Lisando y Helena con los de Hero y Leandro. Pero la más famosa alusión shakesperaeana es, sin embargo, en el Acto IV, escena I, de "Cómo gustéis".

Hero y Leandro) es el título de uno de los primeros trabajos preservados de la literatura Asturiana, escrito por Antón de Marirreguera.


martes, 30 de diciembre de 2008

No grito para que me escuche.

Negar es afirmar lo que uno elige

huir es la razón para existir

volver es un designio lascivo del amor

(René)




No grito para que me escuche, esta ausencia se hace eterna, he roto los mapas en pequeños pedazos que deposito en diferentes papeleras mientas camino desde el Sagrado Corazón hasta el Arenal siguiendo los contoneos de caderas celestiales con marcas de ceñidas ropas interiores excitando imaginaciones de placeres que nunca, pero algunos hombres somos así de cejijuntos e ideas fijas, siempre pensando en lo mismo aunque el gesto no lo delate y la boca fruncida y seria, la mirada centrada mientras camino intento componer algo poético pero la metonímia me devora, me deja a los pies de los caballos, como siempre, me ven, de cristal, transparente, desnudo, tal cual como soy y pienso y rabia me da no tener ya armas para seducirla, llevarla de la mano por caminos nuevos, pintar al óleo los viejos, temperaturas bajando al norte del país siempre que determinemos cual es el país y donde acaban las dudas aquella noche maldita del hasta aquí y ni un paso más, frontera del purgatorio, ni un zapatero remendón compone estas botas que no son para caminar y encuentros furtivos en portales bajo los árboles del paseo, en merenderos de aldeanos irredentos, en molinos sin viento y María Sarmiento, el humor nos hará libres y cómo logro yo que ría esta mujer si está llena de ese empeño de salvar al mundo de su propia destrucción, ahí al frente, con la bandera, sosteniendo la pancarta de una vida nueva libre secuestrada por la ciencia, prietas las filas y el resto es silencio oh, oh, oh, Obama.


(Los dos cuadros son de Cy Twombly)

Weezer (de lo más visto en 2008 en YouTube)


lunes, 29 de diciembre de 2008

Aquí había 10 cabras.



Cuando estoy triste sin saber por qué

estoy en el lugar al que no puedo ir

y estoy en el lugar

en el que estaba.

(Ko Un).



Léelo lento.

No quiero estar más tiempo sin ti, mi niña, no puedo.

El reloj de la pared es un puzle por donde se filtra la tarde descorazonada. Me siento, recuerdo y escribo, escribo recuerdos, escribo e imagino recuerdos, imagino que escribo, recuerdo que escribo. Este es un link, dentro de otro link que a su vez te invita a otro link y hay un pespunte de amor en los visillos.

Escribo, imagino, recuerdo, siento.

Siento, (me) miento y (me) escribo.

Vértigo de alturas. Escribo mentiras para calmar mi hambre, mi culpa, mi dolor, mi curiosidad, mi miedo, mi gozo, mi necesidad, para definir todo aquello que veo desde donde no se ve.
Dos chinos aplauden. Imagino verdades para creer en lo que escribo, en lo que no vivo, para olvidar lo que viví, para construirme un ayer habitado, para soportar el desierto y poblarlo de oasis que muevo por los mapas, tribus trashumantes de emoción, caravana de camellos errando por los arenales de los lunes, tormentas de los viernes, aquella catástrofe que borró el mundo conocido, nuestro pequeño Gobi, la soledad.

Sonrío a mis errores, a la vacuidad de estos trabajos preñados de buena voluntad, tanta como fragilidad, contradicciones, nada, escritos de ida y vuelta, saltos de una ribera a otra, el mismo río, la misma lluvia, mezcla silvestre de colores, incluso de técnicas, hermetismo, silencio de los otros. Se me acaba de quebrar un ala. Estas líneas se entienden, son visibles las huellas, el rastro, demasiados referentes, no precisan una lectura entrenada. Por eso, ahora que el frío del invierno está aquí, te/os digo que sois la única razón de ser de esta esquina perdida en el viento.

Léeme lento.

No puedo estar más tiempo sin ti, nena, no quiero.

Todavía ahora me pregunto dónde está el camino de regreso a casa.




domingo, 28 de diciembre de 2008

Je me souviens.



Precisa cual la escarcha, noche estricta,
Árboles: alegorías del camino.
La luz, cuajada, este silencio dicta.
Mi ser todo renuncia a su destino.

(Pere Gimferrer)


Era de la Fe. Era de la Razón. Era de la Interpretación. Era de la Incertidumbre. Incognoscible destino. Rehenes de nosotros mismos, carceleros inflexibles, nos tragamos la llave de la celda de ser, de no haber sido, prisioneros por siempre. Qué destino.

Quiero volver a casa, estoy desorientado, me he perdido tantas veces en calles, en barrios, en ciudades circulares: Indautxu de mi primera infancia, Castaños, Ciudad Jardín, Atxuri, Abando, Elanchobe, Villasana de Mena, Reinosa, Laredo, Comillas, Teruel, Vitoria, San Juan de Luz, la Rioja, Paseo de la Habana, plaza Santa Ana, Dulcinea en Madrid, Castellón, León, lisboeta Alfama, Faro, Galicia entera, Moguerizas en Chiclana, en cordobesas Tendillas, barrio de la Viña en Cádiz, Algorta, Tarragona quizás, o Barcelona, Tenerife, Marbella, Marble Arch, Bailén, Llanes, Fontana di Trevi, Venecia, Florencia, Montmartre de jamás, Soho de nunca, Gendarmenmarkt, Praga, Estambul, Lanzarote, Santiago de Compostela, Sevilla, Ponferrada, Finisterre, tomo aliento y me dejo mil ciudades.

Perdido ¿ves?

Un hombre está allí donde duerme, o donde sueña.

¿Es lo mismo?

No.

Je me souviens.


sábado, 27 de diciembre de 2008

Plaza Mayor.

“Esta es la verdadera canción, pensaste, y luego te fuiste diluyendo, despacio, muy despacio, en lo no descifrable”


Un grupo de amigas y amigos sentados en una terraza de la Plaza Mayor.

Es una noche deliciosa, con magnífica temperatura.

Tomamos cerveza, cenamos, despreocupados, charlamos sonrientes después de un día duro de trabajo.

Un hombre, alto, camisa blanca, pantalón negro, con aspecto marroquí, merodea entre los soportales.

Me fijo en él cuando pasa.

Mira con disimulo a los clientes del restaurante.

Me alerto, palpo mi cartera, aviso a mis amigos.

Varias personas, una familia, que estaba unos metros más allá se despide y se va.

El hombre alto se dirige al camarero, este asiente.

El hombre recoge las sobras de comida que han quedado sobre la mesa, las coloca sobre un plato y se va dignamente a una esquina de la plaza.

Al cabo de un rato vuelve, deja el plato, limpio, da las gracias y se va.

Se me cae la cara de vergüenza y sigo cenando mirando al suelo.


“La clave del enigma / en la pregunta misma sin respuesta / que hace nacer la luz de mis pupilas ciegas.”

* (en azul, fragmentos de José Ángel Valente)



viernes, 26 de diciembre de 2008

Alarma.

Dice Harkaitz Kano que Emine Sevgi Ozdamar cuenta en su libro “Extrañas estrellas” que Bertolt Brecht, cuando murió, tenía varias amantes. Su mujer lo sabía y encargó al Berlín occidental siete pares de medias negras finas, metió cada par en un sobre y se las mandó a cada amiga de Brecht con una nota:”Bueno, fulanas, para que aparezcáis decentemente en el entierro”.


Nos avisaron a media mañana. Debíamos desalojar los pisos de forma inmediata. Al parecer en las obras que se estaban realizando en el sótano se había encontrado un objeto metálico empotrado en el suelo que podría ser un obús de los últimos ataques. Para desactivarlo acordonaron la calle, prepararon un escandaloso operativo y allí estuvimos, abrigados con mantas, temerosos de quedarnos sin casa, con frío, mirándonos los unos a los otros con forzadas sonrisas que apenas ocultaban nuestro miedo.

Allí la conocí. Me dijo que éramos vecinos, que me recordaba subiendo las escaleras con energía, con el uniforme de gala, con la mirada perdida. Nunca me había fijado en ella. Durante la contienda estaba bastante ocupado en las largas jornadas sobre los mapas, en intentar mantener la débil moral de mis compañeros. Cada noticia del frente les sumía en grises mañana llenas de toses y quejas por el racionamiento. Tampoco la había visto en las frecuentes fiestas que se celebraban en los sótanos. Con las primeras botellas de delicioso vino francés perdíamos el pudor y ante la posibilidad de una muerte cercana nos entregábamos a un libertinaje desenfrenado y salvaje, aunque con frecuencia también terminaba en peleas.


Al terminar la alarma la invité a mi modesto apartamento. Aceptó. Ella recibió los dos tiros en el pecho. Me estaban esperando. Al abrirse la puerta abrieron fuego contra la primera persona que entró. Bajé los escalones de cuatro en cuatro. Corrí y corrí por las calles hasta la casa de Frank. No entendía cómo se habían enterado de todo. Me detuve. Quizás era él quién había hablado. Volví sobre mis pasos, estaba desarmado. Quizás la pistola que escondí en uno de los pasadizos del metro aún estaba allí…

Estas cosas –y otras- se me ocurren en este invierno en el que hemos pasado de la lluvia pertinaz al frío, del miedo con la crisis a la anestesia de las fiestas navideñas. Que salga el sol por donde quiera en enero. Mientras tanto disfrutemos de estos últimos días del 2008 y que por el abismo de fin de año se vayan todos los males que nos aquejen para que dejen sitio al renacer del 2009. Amén.


miércoles, 24 de diciembre de 2008

Navidad. La pureza del blog.

La medida de un hombre.

Bien pensado, los días
de juventud valen mucho
para no darles un alto precio.
Si fueron ricos en fuego y en acción y disponibles
para todo (...)
Si fuiste
fracaso, anhelo, soledad y reserva
de la chispa que enciende bosques
y no sólo
proyecto avaro de ganancias
de hipócrita dominio,
sobre todo si fuiste
puro en lo puro
diré que has dado
la medida de un hombre

Joan Vinyoli


La palabra pureza tiene un algo, no sé, decadente, un ya no, antiguo, pasado de moda, no se lleva. Tiene una connotación espiritual, negativa, a mí qué me cuentas, pureza ¿a quién le importa?

En este mundo blog, inabarcable, se crean tribus, sin quererlo, nombres que comentan y se repiten en una y otra página formando una cadena invisible de lectores asiduos a esta o aquel, fans de fans, simpatizantes sincronizados, blogs que sigo, mis lectores son, hoy por ti mañana por mí.

Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad.

Quiero felicitarnos, a todos nosotros, los que nos leemos, a todos los que de alguna manera mantenemos la pureza de apreciarnos aún sin conocernos.

Por fortuna para mí, la edad me está convirtiendo en una persona simple que se emociona enseguida, que está esperando la más mínima oportunidad para bajar la guardia y dar la mano al Otro, que por encima del agobio cotidiano quiere disfrutar de la amistad, de lo bello que llevamos dentro, de compartir nuestra parte luminosa.

Escribir es una manera como otra cualquiera de compartir. Dentro de la ficción de a veces, de los cuentos bien intencionados, de la imaginación no contenida, de los intentos de poesía, quiero compartir hoy la verdad de mi alegría por tantas personas a las que he conocido aquí, leyéndoles, fuera, disfrutándolas, a tantas personas que han sido tan amables y pacientes de entrar en esta página. También quiero pedir disculpas a todos aquellos a los que he respondido de forma borde o brusca.

Con este fuerte abrazo va mi agradecimiento y mi emoción.

Os deseo de todo corazón, una Feliz Navidad.




martes, 23 de diciembre de 2008

Escribir es como viajar.

Escribir es como viajar: la forma más sencilla de gozar y sufrir mucho en el menor espacio de tiempo. La forma complicada es amar. (Eugenia Rico – En el país de las vacas sin ojos)



No entiendo, por eso escribo, lo cuento. No sé y la herida no cura. Pasan los días con lentitud y no se aparece el ángel, no arde la zarza, no hay sino certidumbres de hastío, repeticiones, la manada de vacas que baja al estanque nocturno de lo imposible.

Y ruido inútil.


No puedo concretar lo no-dicho y doy vueltas como un patinador sobre el lago helado, los ahogados debajo del hielo no miran con sus ojos abiertos, vacíos, sus cabelleras congeladas.

Y el rumor.


Imposibilidad de describir el gesto, el dedo señalando la estrella que huye por un cielo de libélulas, los ojos fijos en la mujer que baja escalón tras escalón con un ramo de amapolas entre los brazos.

Inquietud de pavos reales en la noche.


Esta era una propuesta formal, vocación de los poetas, escritura a cambio de silencio, o de sonrisas como gajos de naranja esparcidas por las copas de árboles compasivos, pájaros albergados en la hojarasca.

Ella bordeando las riberas de una estrella.

(Ilustraciones : Sonia Pulido.)


lunes, 22 de diciembre de 2008

Joder.

(Ayer visité) Quejana, cuna de la Casa de los Ayala, es un interesante conjunto de carácter medieval en un paisaje de gran belleza. Por un lado la construcción civil: el palacio y la torre; por el otro, el convento y la Iglesia de las Dominicas. El palacio, casa solar de Ayala, gótico del siglo XIV, se articula en torno a un gran patio central. Su acceso y fachada principal se encuentran flanqueados por dos torres. Del palacio, actualmente sede del Museo de Quejana, quedan restos de la fachada principal con su torre, vestigios del torreón, algunos elementos medievales en el exterior del muro y varios vanos con arcos apuntados en el interior del patio. Los restos de la fachada del palacio pueden verse desde el exterior, a la derecha de la cabecera de la Iglesia del convento. Dicha fachada es de mampostería y de dos plantas, con la puerta principal rematada en arco apuntado formado por dovelas de piedra caliza.


Joder- dijo ella mirándome a los ojos.
Me sorprendió esa palabra en sus labios, insólita en su léxico, exclamación, no verbo. Imaginé una salamandra atascada en su boca, asomando la cabeza y una pata entre sus dientes, un bicho repulsivo con ojos de rabia.

Lo repitió varias veces, la última ante un espejo.

Después su rostro se serenó y la tarde nos llevó a un paisaje de hombres sin pies que reían mientras cortaban hierba con guadañas afiladas, un niño cazaba con neblíes. Vino la noche y nos reclinamos en la húmeda serenidad de lo imposible, reían las estrellas, recordé que aún no sabía su nombre.



Y así, fue él quien por primera vez me dio la idea de que una persona no está, como yo lo había creído, inmóvil y clara, ante nosotros, con sus cualidades, sus defectos, sus proyectos y sus intenciones, sino que es una sombra en la que jamás podemos penetrar, sobre la cual nos hacemos un cierto número de opiniones basándonos sobre palabras o tal vez sobre acciones que, unas y otras, nos dan sólo nociones insuficientes y además contradictorias... (El mundo de los Guermantes. Marcel Proust)



domingo, 21 de diciembre de 2008

Juana Bignozi

Entre ritos familiares se calienta al sol
impura,
como si hubiera encendido fuego en viernes
o hubiera cantado en tierra extranjera.

Juana Bignozi


Domingo de diciembre.

El miércoles, Nochebuena.

Se va el año.

Mirando lo que dejé entonces he encontrado

Metonimia de la sospecha.

A veces me sorprendo de lo que escribo.

¿En qué estaría pensando hace doce meses?

Ah, Metonimia de la sospecha está repartida en doce capítulos a lo largo de dicembre del 2007.

(pulsa en rojo)

(Ilustraciones: Moebius)


sábado, 20 de diciembre de 2008

Digamos que quiero decir.

“Cima del canto. / El ruiseñor y tú / ya sois lo mismo.
Me recuerdo en Cádiz, sentado en el jardín, los pies desnudos en la hierba, las pantorrillas rojas del sol de otoño, pensando en nada y quimeras, escuchando amanecer y el canto de la tórtola que se posaba en la chimenea.
Ahora, aquí –a determinar dónde-, alguien me envía una carta y pregunta: “¿Cómo te ves dentro de diez años?”.
Consulto mi cara en el espejo, me quito la ropa, como en un mapa me vuelvo a mirar, me hablo, mimesis de mí mismo.
¿Ese soy?
Ay, no sé quién soy ahora como para -si aún estoy vivo- saber quién seré dentro de diez años.
No contesto, corro un velo de inquietud y ya veremos.
“mi historia debe ser olvidada/ mezclada en la suma total / que la hará verdadera.
* (en azul, fragmentos de José Ángel Valente)

viernes, 19 de diciembre de 2008

Antes de conocerla.

Una especie de mí que no soy yo
deja perpleja la estela de la tarde
en esos extraños recorridos
donde el labio estanca su decir.

(Concha García)



Antes de conocerla era un hombre de los de antes.
Después de conocerla- etc.- soy un hombre de los de antes, con mentalidad de antes -no me hago ilusiones de cambios milagrosos- pero con incrustaciones de hombre nuevo, demostrando más mi sensibilidad, mejor mis emociones, miedos, deseos, conociendo parajes de mi mismo que me había mantenido ocultos hasta ahora.

Se inclina mi estandarte, mi frente, estoy rendido, rompo mi espada, me rompo la crisma. Decididamente no puedo vivir sin ella, sin su presencia, sea como ex, como amigo, como introductor de embajadores, como repartidor de agua en desiertos sin nombre, como escritor de barbaridades o calígrafo en la distancia, copista de invernadero, confitero de dulces de cerezas, cazador de algún recuerdo con piel de sueño pasado de moda o tambor mayor en la orquesta de las fiestas de su pueblo, si lo tuviera, ay, condesa mía.

Se acabó, me tira la sisa y creo que esta página se me queda grande, que ya no sé si cuento historias del siglo pasado (el IXX) o del próximo (el XXIII), que la boina ya no se lleva y no puedo desenroscar la mía, la del cerebro, que esa bola pequeña que se ve por la ventanilla es la Tierra, que ese de verde es marciano, que el sol no brillará nunca más y los Walker Brothers agitan sus melenas pasadas de moda ahora que pasados cien años todos somos calvos. Algo así ¿no?





jueves, 18 de diciembre de 2008

No es lo mismo.


Un solo beso,
breve,
a destiempo,
un solo beso.

Llegar a la cita por el lado oscuro de la calle. Aguardar su señal merodeando el portal. Subir, furtivo.

Ella se soltaba las cintas que la ceñían. Nos amábamos contra la pared, con lenta insistencia, con ahínco. Después la pasión nos derribaba.

Regresar luego con la mirada baja, oliéndome los dedos, sabiendo que todos me miran, que saben.
Inquieto, esperar su nueva llamada.

Un solo beso,
breve,
a destiempo,
un solo beso.

Entre estas dos mujeres, mi soledad.




miércoles, 17 de diciembre de 2008

Hasta enero.

Larghetto

...y ve aquí este pequeño órgano, capaz de excelentes voces y armonía,
que tú no puedes hacer sonar. ¿Y juzgas que se me tañe a mí con más
facilidad que a una flauta?

William Shakespeare



(Para Isabel, por todo lo que le escribiré)

Desde aquí, salta, vamos, ocultos en los callejones de adoquines, oscuros, con un rayo en el pecho, entre las ropas, con un batalla en el corazón, feroz, sin prisioneros, pasando a cuchillo a los vencidos, estéril tragedia de tanto sentir, quimera rota en el espejo roto, ingenuas aventuras en la nieve, sus manos bendiciendo, posándose en mis labios torpes, cerrando con llave la puerta del retorno, milanos en el aire y no sé dónde esconder la furia, desarraigo a la espalda de lo único posible, vivir en el insomnio, guardar el Sueño para cuando, o antes, fundar un lunes que brille, un martes rubio, un alacrán de rabia en la mirada, simular naufragios en el llano, inventarse lo inconcluso, un horizonte, y seguir, arde la selva del alma y hay una estampida de emociones, la jauría no cesa y esta vez en la nuca destacan tatuajes de ironía, quemamos los puentes en invierno –qué frío ¿recuerdas?- y el retorno de la primavera nos sorprendió en el centro de las colecciones, fotos amarillas, ruido, pétalos entre las páginas del único libro, ladran los perros de la duda, quieren mordernos los riñones, el hígado, husmear el triste inventario, los recuerdos, nos siguen, no tan lejos, en la huida, hasta enero –dijiste-.

Ahí nos veremos.



martes, 16 de diciembre de 2008

En Roma (por ejemplo).

Atado al noray de un recuerdo expuesto en el escaparate de una pastelería romana, tarta de chocolate y nueces que entra y sale del congelador, frío de invierno, aún así que no se derrita la cobertura que, tocar las guindas con el dedo y lamerlo después con los ojos en blanco, dulce golosina roja, néctar, metáfora de la piel que no, ejercicio de disolución en el trayecto entre entonces y mañana, sabiendo que, al fin y al cabo, me quedé como Gulliver, atado en la playa con mil diminutos pensamientos, otros tantos goces y el dolor, luego la quietud al conocer el punto exacto donde empieza lo imposible, las riberas de un Sena pintado, la nieve de un cuento de niños abandonados en el quicio, un programa de ordenador en el que pulsas X y se llena la habitación de lágrimas de sal, pulsas Q y se proyecta la luz del pecho en otros pechos, poemas irreversibles en el umbral del deseo, terrible ejercicio de escritura sabiendo que no serás leído, y si sí, que no serás creído, fabulación, palabras que no son sino mi verdad, ejercicio en una sala de espejos donde lo único relevante es la obstinación de continuar andando aún a pesar del silencio, de la deserción de los espectadores de tribuna, incluso de los que patean, el teatro está cerrado y algún lector en Suecia, en Bolivia, en un punto perdido de Alemania pasan la mirada por las fotos frías, por la firma de otros y diciembre me está helando las dos o tres ideas que me quedaban. Salto del pescante y leo: Per Lacan addirittura "la religione è inaffondabile. La religione, soprattutto quella vera, ha risorse tali che non possiamo nemmeno immaginare". Lo stesso studioso ha spesso ricordato nei suoi scritti la centralità del "desiderio", tanto per il cattolico che per lo psicanalista, e ha fornito una lettura inedita del comandamento biblico "Amerai il prossimo tuo come te stesso". Arrivando quindi a concludere che "la 'vera' religione, la religione romana, riuscirà a ricoprire di senso il reale sempre più insistente e insopportabile che dobbiamo alla scienza". ¿Volverá?


lunes, 15 de diciembre de 2008

Memoria prisionera.

Millares de hombres y millares de mujeres, cautivos y cautivas que, de repente, se liberan mediante la palabra, un gesto, un mirada, unos ojos, una boca, un cuerpo que abren todas sus puertas. Y el mundo se llena de luz
(Paul Eluard).

Memoria prisionera, palabras que no sacian la sed de saber qué hay detrás de la pared del alma, música en el atrio con monaguillos de cartón y ancianos rezando el rosario como náufragos de su fe, disección, despiece, lección anatómica de las creencias.

Virgo prudentíssima.


La soledad se hunde en un abismo de relojes ondulados y pararrayos de iglesias que sobresalen en la marea de tantas inundaciones, se han roto las presas de la esperanza y los confesores tapian su ventana de perdón.

Virgo veneranda.


Esto no es un poema, apenas un rasguño en el papel, no sé quién soy, ella es Ella y la palmera frente a su casa se ha llenado de estorninos ruidosos que peinan los cielos, sacrificio estéril de la paciencia descalza.

Virgo prædicánda.


Retrato al carboncillo de una bella mujer de faldas largas reclinada sobre un diván, piedra, papel, tijera, trabajo de un artista parisino en su última visita al psicoanalista de rue Lafayette.

Virgo potens.


Ya nunca sus labios vencidos, preludio de besos, la niebla es mentira, está pintada con sangre de tortugas, el océano se extiende en un cuadro de la pared y la humedad ha llegado a los pies de mi esperanza.

Virgo clemens.


El adiós es un puñal de jilgueros, cristales rotos y ceremonia del por siempre, manos extendidas decoran las paredes del pasillo, martirio en el convento, un crucifijo cabeza abajo adornado con ortigas.

Virgo fidélis.


Vida al margen de la vida, voz enmudecida, no hay remedio, aprendo a leer el silencio, paso los dedos sobre lo eliminado, lo borrado, lo tachado, lo ilegible, pongo rótulos sobre la nada, no llegan los mensajes y se me está durmiendo el corazón bajo el agua color Djuna Barnes.
Cada día quedamos menos.

Ora pro nobis.




domingo, 14 de diciembre de 2008

Desencanto.



Veo a:

Virginia Luque.
Como no encuentro la versión de Susana Rinaldi (desde el Odeón de Buenos Aires en una grabación del 77), cantando Desencanto ( letra de Enrique Santos Discépolo) me conformo con esta (nada que ver).


Escucho a:

La madre de la vecina del tercero, con 93 lúcidos años me dice en el ascensor:
No se ha alargado la vida, se ha alargado la vejez, que es el tiempo más triste.


Leo:

Mueren nuestros padres.
Nos dejan su legado, su recuerdo, el profundo dolor de su ausencia.
También la orfandad de un mundo cerrado, sin paisaje, circular, ensimismado.
Fueron personas para otros.
Nosotros fuimos sus hijos, propietarios, jueces, censores, críticos, beneficiarios por derecho,
los desmemoriados cuidadores de su vejez.
Su muerte es una traición.


Pienso:

Los siguientes somos nosotros.

Siento:

Una repentina amargura.
Un dolor aquí que no me deja respirar.
Un incontenible deseo de llorar.

Hay días así.

Y:

A pesar de todo salgo a correr, para ver si me atrapo.
Es domingo.
Llueve y llueve.
La vida es bella.


Desencanto.

¡Qué desencanto más hondo,
qué desconsuelo brutal!
¡Qué ganas de echarse en el suelo
y ponerse a llorar!

Cansao de ver la vida,
que siempre se burla
y hace pedazos
mi canto y mi fe.

La vida es tumba de ensueños
con cruces que, abiertas,
preguntan... ¿pa' qué?

Y pensar que en mi niñez
tanto ambicioné, que al soñar
forjé tanta ilusión;
oigo a mi madre aún,
la oigo engañándome,
porque la vida me negó
las esperanzas que en la cuna
me cantó.

De lo ansiao, sólo
alcancé su amor,
y cuando lo alcancé,
me traicionó.

Yo hubiera dado la vida
para salvar la ilusión.
Fue el único sol de esperanza
que tuvo mi fe, mi amor.

Dulce consuelo
del que nada alcanza.
Sueño bendito
que me hizo traición.

Yo vivo muerto hace mucho,
no siento ni escucho
ni a mi corazón.

(letra de Enrique Santos Discépolo)


sábado, 13 de diciembre de 2008

Sé que me lees.

La verdad es la nada y es la duda.

El hombre, en realidad, sueña su alma.

(Juan-Eduardo Cirlot)



Sé que me lees, desde el impenetrable refugio de tu silencio, me lees. Quizás no cada día –siempre atareada, entregada, tan ocupada-, pero sí todo lo que aquí dejo.

Me lees con un poso de cobardía, algo culpable, emboscada, oculta detrás del velo de tu respetable determinación-obstinación. Deploras mi actividad –tú, tan seria, inflexible, tan recta-, lo sé, lo dijiste, me lo escribiste, te parece obsceno.

Pero me lees. No me añoras, también lo sé, ya no, me lees como otro, como a otro, y lo entiendo. Aún así vuelves cuando encuentras un momento libre en tu apretada agenda, tan llena de tus letras como escarabajos, tan repleta de citas, de personas que te esperan.

También sé que me lees con mirada feroz, con ojos críticos, no te gusta nada, no encuentras aciertos, piensas que todo lo bello ya te lo dije a ti, que me repito, que es un ejercicio inútil.

Y no es cierto –cierto es que te dediqué lo más bello-, no lo es del todo –cierto es que me inspirabas como una musa infalible, inagotable-, ya que ahora escribo sobre temas diferentes, juego, intento, exploro, estoy suelto, libre, me divierto, disfruto. ¿Qué te creías?

He salido de la celda de mí mismo y me estimula saber que, en silencio, me lees. Que sepas que lo sé.

El resto tú te lo pierdes, fea.




jueves, 11 de diciembre de 2008

Double bind.



Lo sé, es difícil creerlo, pero les juro que es cierto.

El monstruo estaba en mitad de la calle, en la desierta madrugada de mi ciudad vacía y negra.

Me miró con grandes ojos acuosos en el fondo de un rostro repelente.

Temblaba su cuerpo gigante en sollozos que conmovían.

Soy una mujer dura, una domadora de derrotas, una superviviente, una solitaria acostumbrada al miedo.

Le invité a mi casa.

Le veo ahí sentado, frente al televisor, llevándose patatas fritas a la boca con sus inmensos y peludos dedos.

Va para tres meses.

Estoy comenzando a preocuparme, no sé si soy un ángel salvador o una ingenua.

Pero, tiene una mirada...

¿Me estaré enamorando?


miércoles, 10 de diciembre de 2008

Manifiesto de los Kinoks.


La barca se deslizaba lentamente a lo largo de la cuerda de la barcaza, bajo el reflejo de una nube pálida que estaba suspendida sobre el agua en aquel momento.
Se la vio llegar a la otra orilla; los personajes se dibujaban en negro sobre el horizonte rojizo.
Milady, durante el trayecto, había conseguido soltar la cuerda que ataba sus pies; al llegar a la orilla, saltó con ligereza a tierra y tomó la huida.
Pero el suelo estaba húmedo; al llegar a lo alto del talud, resbaló y cayó de rodillas.
Una idea supersticiosa la hirió indudablemente; comprendió que el cielo le negaba su ayuda y permaneció en la actitud en que se encontraba, con la cabeza inclinada y las manos juntas. Entonces, desde la otra orilla, se vio al verdugo alzar lentamente sus dos brazos; un rayo de luna se reflejó sobre la hoja de su larga espada; los dos brazos cayeron y se oyó el silbido de la cimitarra y el grito de la víctima. Luego, una masa truncada se abatió bajo el golpe.
Entonces el verdugo se quitó su capa roja, la extendió en tierra, depositó allí el cuerpo, arrojó allí la cabeza, la ató por las cuatro esquinas, se la echó al hombro y volvió a subir a la barca.
Llegado al centro del Lys, detuvo la barca, y, suspendido su fardo sobre el río:
¡Dejad pasar la justicia de Dios! gritó en voz alta.
Y dejó caer el cadáver a lo más profundo del agua, que se cerró sobre él.

Tres días después, los cuatro mosqueteros entraban en Paris; estaban dentro de los límites de su permiso, y la misma noche fueron a hacer su visita acostumbrada al señor de Tréville.
Y bien, señores les preguntó el bravo capitán , ¿os habéis divertido en vuestra excursión?
Prodigiosamente respondió Athos con los dientes apretados.
(Los tres mosqueteros – Alejandro Dumas)


Hoy es un día tan bueno como otro cualquiera para no escribir, para esconder la cabeza bajo la almohada y gastar la energía en añoranzas, en transeúntes recuerdos, en ese aguijón de sueños incumplidos. Es un buen día para cazar liebres o probarse sombreros, para hacer equilibrios sobre la nariz de una gárgola o para espiar a esa vecina que cuelga su ropa interior asomándose tanto que parece suspendida sobre el tendedero.

Si no llueve podemos enterrar el libro de instrucciones bajo un almendro –cuidando que no nos vea la geisha Iwasaki-, o merendar en una barca a la deriva por el estanque de las contradicciones. Si llueve podemos poner las saudades a remojar, las preguntas eternas bajo lágrimas de plata, extender los bocetos para el monumento al triunfador sobre la hierba y dejar que el agua dibuje formas caprichosas sobre las rígidas líneas de los delineantes. Si hace sol nos vamos a la playa, sin discusión. Si está nublado pintamos una hoguera y la saltamos, pintamos una silueta de otro y hablamos con el de tú a tú, de nuestras cosas, ya sabes, del desasosiego y de la niebla, del desaliento y de la tibieza de los cuerpos bajo las sábanas de ninguna noche.

Por último, es un buen día para que el diagnóstico anuncie, por fin, que no padeces hiperplasia benigna de próstata e irnos de fiesta para celebrarlo, disfrazado de otro o desnudo, fiesta donde se beba o se permanezca parado junto al ventanal que da a la playa mirando las olas y las mareas, el despertar del martes, la mujer que se despereza a nuestro lado y –lástima- estábamos seguros de haber dormido solos. Seguro que todo esto ha sido otro sueño. Así no hay quién siga una carrera literaria. Manifiesto de los Kinoks.



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