Billete de vuelta.
Billete de vuelta. Ella tiene su ticket para pasear por cementerios de elefantes, esparciendo gotas de rocío desde sus caderas doradas. Pienso en ella, constante, ausente, solitario, obsesivo cuando camino cabeza abajo sobre mis manos buscando las piedras menos filosas, mendigos en los soportales de la ciudad melancólica, con mujeres en la proa de barcos varados, venden su sonrisa por la seguridad de la sopa y una pulsera para el reuma. Ella no vende nada, no compra, permanece estática sobre la línea que separa, mirando, organizando su memoria desde la A a la Z, los ritos, las ceremonias, me la sorbería como a una sopa de cebolla, la amo y no la amo, mis brazos se cansan de tanto abrazo seco, me duelen al recordar sus muslos que se escondían como pájaros taciturnos, tímidos, sin atreverse al estío, a enloquecerme, a instalarme en la taquicardia. Me besaba como un avestruz, ya, pero ahora lo sé, era realmente bello verla quitándose la seda y las sandalias, las bragas y la vergüenza, perdía el aliento, yo. Ay, quisiera vivir en su cintura, para siempre.
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