Noches calurosas.
Un enérgico rayo de sol entra por la ventana y rompe la habitación en dos. No lamentarse. Dar fuego al bosque y saltar dentro del círculo trece, el de las velas, consumirse en el dolor, luego salir a caminar por el lado amable de la calle. No tirar nada, ni libros, ni besos, ni periódicos viejos, ni los de mañana, escuchar música, ya te lo dije, soportar cada recuerdo que nos estrangula mientras Yo-Yo-Ma, Coltrane o boleros. Cortar el cable del modem. No cortarnos las venas. Guardar los cuchillos. Ilusiones volando como mariposas ciegas. “A la que va conmigo”. Salir con los gatos al tejado a mirar la luna, estos días está especialmente bella, escupir a su centro como un golfo de barrio. Ahora, desnudos, saltar al mar blanco de las palabras, entrar en ellas y nadar mil brazadas más allá. Aquí la noche es muy calurosa.
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