Lejos.
Amanece
y los días son diferentes, ya no conversaciones con voz de miel, ya no
indecisiones sobre si la línea es recta o curva, ya no más dulzura en la nuca
mientras hablamos.
No se ha abierto la tierra, no se ha rasgado la seda del cielo, no se ha detenido el vuelo de los cormoranes, de las alondras.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche, leías cuando la vida aún no había empezado, cuando las palabras formaban realidades que descubríamos, que se abrían ante nuestros ojos ávidos de verdad y brillo. No supimos entonces, no hemos sabido ahora.
Desmenuzo sensaciones, instantes, rumores de niebla, los labios musitando una oración, un deseo, que no amanezca, que dure el idilio con la ilusión, con la piel estremecida, con el pálpito desbocado antes de vernos, con el milagro.
El tiempo da y quita, estamos vivos, el sendero sigue aunque no caminemos juntos, el horizonte siempre está lejos. Ahora, tú y yo estamos lejos.
Lejos.
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