sábado, 13 de noviembre de 2021

Jamás iremos juntos a París


 
 
Albert Watson. Lisa Kauffmann, Paris, 1986.



Eva Gabriela, jamás iremos juntos a París, ya no, pasó nuestro tiempo. No pasearemos tomados de la mano frente al número 5 de la rue de Lille, no me explicarás, paciente, que la vida no es trágica, sino cómica.

Veo tu/vuestra página y me parece un hijo descarriado, irreverente, que cambia las huellas y los signos, que no quiere reconocerse en un padre ausente, un símbolo de lo que no es, de un tiempo cerrado al goce, también al dolor, una aséptica mirada a un territorio extranjero, un contraste entre tu entusiasmo y mi indiferencia, una prueba del estertor de lo bello, del destierro, de cómo suplir una pasión por otra. Por eso ahora me río después de haber llorado tanto, cumplidos los plazos, tu transferencia, el vínculo de amor, ese amor-pasión en el lazo entre los seres lo has cambiado por otros seres, lejanos/cercanos, pintores, escultores, dibujantes de tu pasión, de tu ser íntimo, has cambiado la pasión del cuerpo por la del alma, ya no sé si tu cuerpo era también tu alma, tampoco importa demasiado. Ya no pasearemos por un Montmartre que tanto imaginé.

Sí, dudo que sigas leyendo, atareada en tu todo, tú eres ese todo y el resto es supervivencia, cosas nimias, comer, ver cómo rompen las olas en el faro de Arriluce, el estruendo de los estorninos en los árboles junto a tu casa, exageraciones, hablo sin la menor esperanza…persevero, no sé a qué viene esto, quizás a que hoy he pensado en ti después de mucho tiempo, he pensado que ya no pienso en ti, he pensado en la libertad de mis emociones, en suspiros, también en un plano detrás de otros planos que conforman una vida, otro tiempo, he dejado las nostalgias colgadas de un clavo, créeme, aunque quizás escribir así lo desmienta, no sé, casi nunca sé, vivo y digo, persevero, necesitaba escribir hoy, sobre ti, sobre una habitación luminosa, sobre un perro negro y lustroso, sobre la capacidad de empezar de nuevo, de aprender incluso de mi propia ignorancia, no sabía amar, comprendí que hacerlo proporciona infinito goce, mucho más que ser amado.

Manteniendo la mirada y las manos abiertas te digo, no me hagas caso, esa tu/vuestra página, que aplaudo, me parece la prueba de tu desamor, sin más. Y esta carta es solo la confirmación de que soy un estúpido despechado, rencoroso, reconcomido al pensar que me utilizaste, mi cuerpo, que jugaste con mi pasión y mi amor, mi candidez, mi entrega. Me siento ruin, injusto, al pensar que hiciste conmigo lo que tantas veces hice yo. Mucho más sabiendo que no es cierto.

Ahora te envío, como no, mi cariño y una sonrisa, mi disposición a que, aunque mi silencio sea lo natural, cuentes conmigo para aquellos mínimos resquicios en los que tu autosuficiencia no sea suficiente. También te beso.



2 comments :

eli mendez dijo...

Ayyyyy Pedro Martinez que grande eres escribiendoooooo...
Un texto complejo ..jajaja como vos...
con sus idas y vueltas...como supongo que tendras unas cuantas jjajajaj
Una belleza..( no vos).. el texto... Ahora no sé si vas a besar mi mano despues de lo que te dije.. jajajaj

Pedro M. Martínez dijo...

eli mendez para gustos, lo de la belleza, incluso para gustos complejos, una vez gusté a una, otra vez gusté a dos y así sucesivamente, hasta que aprendí que el tema no es que gustes sino que te gusten a ti. Desde entonces todo fue mejor. Enloquecí. Y es que no se puede tener todo. O sí. yo qué sé.

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